Las informaciones que 16 medios de comunicación publicaron el pasado fin de semana en mitad de la entrega de los premios Goya del cine español, relativos a las negociaciones del PP de Feijóo con Junts sobre la posibilidad de aprobar una ley de amnistía y de conceder indultos a Puigdemont y otros líderes del “procés”, como contrapartida al apoyo de Junts a la investidura de Feijóo, resultan tan vomitivas que la única calificación que merecen Feijóo, Ayuso, Gamarra y el resto de los líderes del PP es la de “hipócritas políticos”. Estas noticias confirman las tesis que he esbozado en los artículos que vengo publicando semana a semana por este medio y es que el PP está dispuesto a todo con tal de conseguir el poder, aunque a la opinión pública no le cuente la verdad.
Pero, además, y al mejor estilo del desorden bipolar, del trastorno de doble personalidad encarnado brillantemente en la legendaria novela de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, Feijóo y el resto de políticos del PP han engañado vilmente a la ciudadanía porque intentando negociar lo mismo que ha hecho el PSOE lo han ocultado desde el primer momento. Y no sólo esto, sino que han movilizado a la ciudadanía en contra de Pedro Sánchez, su gobierno y su partido, porque están haciendo lo mismo que ellos pensaban hacer para llegar al gobierno. No he conocido un caso de “zorrería y perversión políticas”, a sabiendas, más torticero y abominable que este en la historia de nuestra reciente democracia.
Parece triste, pero ha sido y es la forma de proceder de la derecha política en nuestro sistema democrático. Apoyaron a regañadientes la Constitución Española –varios de sus diputados votaron en contra- y con el tiempo dicen haberse convertido –solo de boquilla, claro- en los más fervientes defensores de nuestra Carta Magna. Estaban abiertamente en contra del régimen autonómico, aunque cuando accedieron al poder de los mismos les gustó más que un ratón estar encima de un queso –la prueba más evidente de su precario sentimiento regionalista es que en sus manifestaciones públicas nunca portan banderas de las respectivas autonomías y sí la enseña nacional, exactamente igual que los de VOX-; tampoco eran partidarios del matrimonio homosexual y se concentraban acusando al gobierno de Zapatero de romper no sólo España, sino también la familia y con el paso del tiempo algunos políticos conservadores también han formalizado matrimonios con esta normativa; dicen adorar a las Fuerzas de Seguridad del Estado y cuando gobiernan es cuando menos plazas salen de Guardias Civiles y Policías Nacionales en las respectivas Ofertas de Empleo Público, lo mismo que de funcionarios públicos en general. Recortan el gasto público también en ese número de plazas, tan necesarias para que el servicio público se desarrolle en las mejores condiciones.
Incluso Feijóo, en algún momento, ha llegado a satanizar al presidente del gobierno al decir que muchas bajadas del desempleo en España no son productivas, ya que se basan en incrementar el número de funcionarios públicos. Esa es la filosofía de una derecha política y económica que defiende un liberalismo económico salvaje, como el que está llevando a cabo Milei en Argentina y practica Ayuso en Madrid –ferviente admiradora del excéntrico líder argentino-.
Por su parte y cuando gobernaron por primera vez, Aznar intentó negociar (como también lo hizo anteriormente Felipe González e incluso Adolfo Suárez, algo muy loable) con el que denominó “Movimiento Vasco de Liberación” y, en cambio, cuando Zapatero lo hizo se le acusó miserablemente por la derecha y la ultraderecha de “traicionar a los muertos”, a pesar de que siendo Zapatero presidente y Rubalcaba ministro del Interior, ETA abandonó la lucha armada, dejó de matar y posteriormente desapareció.
Esta sí que es una espina que el PP y sus dirigentes llevan clavada, no consiguen sacarla y siguen heridos por la rabia e indignación que sienten al no haber sido ellos los que acabaron con el terrorismo de ETA y al odio visceral que profesan hacia el gobierno socialista, de antaño y de hogaño, por ser el Ejecutivo bajo cuyo mandato se consiguió la paz. El PP, aunque ETA se desactivara definitivamente hace más de una década, sigue utilizando el terrorismo como arma electoral. Lo estamos viendo en la campaña de las elecciones gallegas donde han vuelto a sacar el hacha de guerra –mejor dicho, hacha que nunca han escondido- intentando implicar al BNG y al PSOE con el terrorismo de ETA.
Y un personaje político que enarbola sin piedad el fantasma de un terrorismo desaparecido es Ayuso, alguien que siendo presidenta de la comunidad de Madrid dio la orden de no sacar a los ancianos de las residencias para conducirlos a los hospitales durante la pandemia, lo que provocó que hubiera miles de muertos que, ni fueron atendidos, ni se les aplicaron fármacos paliativos para que, al menos, pudieran morir con dignidad.
Por cierto, no sé que será más repugnante, si la actuación de Ayuso con los ancianos en las residencias, que incluso ha justificado en la Asamblea de Madrid este jueves o los enfervorecidos aplausos que le brindaron sus diputados en la Asamblea después de su intervención y que me recuerdan más al disfrute que experimentaba el público en el circo romano cuando los leones despedazaban a los disidentes políticos y a los cristianos. ¡Qué brutalidad y qué asco!