Quien mucho habla, mucho yerra, reza el refrán, y eso es algo que le pasa al líder del PP desde que está al frente de su formación.
Las meteduras de pata de Alberto Núñez Feijóo, son para todos los gustos y muchas de ellas, aunque intrascendentes, no dejan de tener su importancia. Algunas son meramente geográficas, como cuando confundió Palma con la isla de La Palma en una entrevista televisiva o cuando afirmó en un mitin que “he estado en el Mediterráneo, en Huelva”.
Otros errores que han permitido cebarse a sus contrincantes fueron atribuir a 1984 la fecha de publicación del famoso libro de Orwell, quien lo dio a la imprenta 35 años antes, o fijar en el Senado la prima de riesgo en 250 cuando estaba en 113.
Algunas meteduras de pata son solamente lingüísticas, aunque con un gran coste de imagen, como decir a Pedro Sánchez, que “deje ya de molestar a las gente de bien”, como si todos sus seguidores fuesen unos facinerosos, o decir “no verá usted a un católico o a un cristiano matar en nombre de su religión” frente a otros que supuestamente sí.
Este ha sido sólo un breve muestrario de lapsus linguae del jefe de la oposición, pero el último más que un error verbal supone una actitud que choca frontalmente con todo lo mantenido por Núñez Feijóo respecto al separatismo catalán. Se refiere a sus conversaciones con Junts, motivo permanente de queja porque lo haga el PSOE, y que estuvo explorando la posibilidad de que los independentistas apoyasen su investidura.
Mírese como se mire, este reconocimiento es motivo de escándalo, así como el decir que la propuesta de amnistía no estuvo encima de la mesa ni veinticuatro horas. ¿Tanto tardó el PP en descubrir su inconstitucionalidad cuando eso es algo que no debía costarle ni un minuto?
Así como otros tropezones de Núñez Feijóo no le van a acarrear ningún coste electoral, no va a suceder lo mismo con este mínimo coqueteo con los secesionistas pues supone una contradicción flagrante con el espíritu del partido y con todas sus prédicas al electorado sobre la unidad de España. Esto se podrá ver esta semana en Galicia, donde la mayoría del candidato del PP pende de un hilo y donde las veleidades políticas, más que los errores lingüísticos pueden hacer que los gallegos se despierten el lunes con un Gobierno nacionalista en la ya larga lista de desbarajustes en este país.
Enrique Arias Vega