OPINIóN
Actualizado 10/02/2024 09:25:00
Carlos Javier Salgado Fuentes

Las reivindicaciones del campo son justas y deben abordarse sin demora, siendo un sector estratégico para nuestra sociedad. Sin agricultura y ganadería no hay alimento. Sin el campo, la ciudad no come.

Si algo ha marcado la actualidad en la última semana en nuestra provincia, han sido las protestas que nuestros agricultores y ganaderos han extendido a lo largo y ancho de la provincia (y de otras partes de España) para reclamar mejores condiciones, que permitan a este sector clave para nuestra sociedad poder garantizar su presente y futuro.

Y es que los cada vez mayores requerimientos y exigencias burocráticas, medioambientales, de saneamientos y de otros tipos, están ahogando económicamente a nuestras explotaciones ganaderas y agrícolas, que en contraposición ven cómo el mercado español (y especialmente las grandes superficies) se llena de productos importados desde países de fuera de la Unión Europea, a cuyos productores no se les exigen los mismos requerimientos que a nuestra ganadería y agricultura, lo que les permite abaratar costes y hacer competencia desleal a nuestro campo.

En este aspecto, los últimos cambios aprobados en las instituciones europeas respecto a la Política Agrícola Común (PAC), así como el denominado ‘Pacto Verde Europeo’ y el pretendido acuerdo de libre comercio UE-Mercosur, tienen un enfoque llamado a acabar de ahogar a un sector que ha dicho basta, con manifestaciones y cortes de carreteras en señal de protesta que empezaron en Francia, y que se han extendido por otros países comunitarios como Bélgica, Portugal, Irlanda, Alemania o España, ante lo insostenible de la situación para poder garantizar la viabilidad de las explotaciones agro-ganaderas frente a las nuevas exigencias de la UE.

Por otro lado, a estos hechos se unen los bajos precios que, sobre todo las grandes superficies, dan a nuestros ganaderos y agricultores por sus productos, que ven con tristeza y resignación cómo esos precios se multiplican por varias veces su costo a la hora de la venta al consumidor, con la mayor parte de la ganancia quedándose en los intermediarios, mientras los trabajadores de nuestro campo apenas logran cubrir sus costes de producción.

Y ello, viendo además cómo ha aumentado notablemente la inflación, con una subida muy importante de los precios del diesel o la electricidad en los últimos años, vitales para el funcionamiento del sector, mientras que los precios que reciben nuestros ganaderos y agricultores por sus productos llevan años prácticamente congelados, pero viendo paralelamente incrementadas las exigencias de todo tipo que les hace la administración sin compensación alguna.

Por todo ello, las reivindicaciones del campo son justas y es necesario que se aborden sin demora, pues el sector primario es vital para la propia supervivencia de nuestros pueblos, pero también para nuestra pervivencia como sociedad, al ser un sector estratégico que nos garantiza el alimento, como ya vimos durante la pandemia, cuando nuestros agricultores y ganaderos estuvieron al pie del cañón para garantizar que no faltase la comida en nuestro plato.

Es hora de que se haga justicia con el campo y tengamos en cuenta el valor que tiene el sector primario para nuestra sociedad, debiendo darse desde las instituciones los pasos necesarios para garantizar su viabilidad, su futuro, favorecer el relevo generacional y evitar el cierre de explotaciones. Sin agricultura y ganadería no hay alimento. Sin el campo, la ciudad no come.

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