Me pregunto si un encierro urbano como el de todos los días no atraería a la misma cantidad, o más, de público
El encierro a caballo es algo que como tal ya no tiene sentido. Que se trata de un espectáculo estético y plástico; sin duda, pero sucede que muchas de las personas que se acercan hasta la ciudad el Domingo de Carnaval lo hacen con la intención de asistir o participar en un evento donde se perciba el riesgo y la emoción, y eso aquí hoy en día ni se percibe ni se aprecia. Han de conformarte con ver desfilar un carrusel interminable de caballos y con algo de suerte adivinar en el núcleo central la presencia de algún novillo, que no toro, en una proporción de veinte equinos por un bovino.
Hace tiempo que siento la decepción de las personas que han estado esperando cuestión de horas para ver pasar la caballada y me pregunto si un encierro urbano como el de todos los días con animales de trapío que infunda admiración y respeto no atraería a la misma cantidad, o más, de público.
Fue en el año 1973 cuando se construyeron los actuales corrales porque encerrar a caballo con la expansión de la ciudad parecía algo utópico y no hay constancia que acercar el encierro hasta el lugar de suelta supusiera un trauma entre los mirobrigenses. Por eso ahora y aún a sabiendas de la ilusión, profesionalidad y entusiasmo de quienes lo organizan me pregunto qué sentido tiene organizar algo parecido a una comedia dentro de un escenario y attrezzo en el que el riesgo y la emoción brillan por su ausencia.
Jesús Cid