Explicando este tema a los padres en una charla, una madre contó que su hijo de cuatro años apareció por el pasillo, camino de la habitación de ellos, gritando: “no hay derecho, en esta casa el único que está solo en la cama soy yo” (era hijo único). Solo le faltó hacer una pancarta.
Con este posible conflicto acabamos esta etapa, en la que hemos comentado otros propios de esta edad: rebeldía-tozudez frente la autoridad y poder de los padres, posibles rabietas, celos entre hermanos e inconsistencia de la identidad sexual. Los maltratos los trataremos más adelante, porque pueden darse a lo largo de toda la infancia.
Freud fue un hombre muy atrevido, intuitivo y creativo. Tuvo grandes aciertos, pero también atrevimientos discutibles.
Entre los aciertos, reconocer la sexualidad infantil y la importancia la infancia ¿Qué decir del Complejo de Edipo?
Según él, después de una etapa oral y anal habría una genital en la que, a partir de los 3,4 y 5 años, el complejo de Edipo es esencial: los niños tienen interés sexual por su madre y las niñas por su padre. Renunciar a ellos y reprimirlos es esencial para el desarrollo y aceptar la autoridad de los padres.
Esta idea y todo lo que conlleva, que supongo ustedes conocen, me parece muy atrevida e innecesaria.
A mi modo de ver lo que ocurre tiene que ver más algo más amplio: el deseo de compartir la intimidad de sus padres, la curiosidad por sus relaciones y los celos.
En efecto, a estas edades, los pequeños no pueden comprender el privilegio de los padres: juntos, en la cama más grande, en la habitación más grande, dormidos o despiertos, charlando, riendo o haciendo ruidos “raros” (en no pocos casos les sorprenden…).
La atracción por esta intimidad la demuestran muchos levantándose una y otra vez para ir a la cama de los padres o , como ocurre en muchas familias la mañanas en los días estivos, cuando les dejan estar con ellos en la cama.
Un padre contó como su hija se puso un día de rodillas a los pies de la cama y les dijo teatralmente: “aquí hay sitio para los tres, tu a un lado, mama al otro y yo en medio”.
La curiosidad de los más pequeños es enorme, además fomentada desde la primera infancia hasta la adolescencia, por no hablarle de la sexualidad y por muchos gestos o conductas entre los padres que no acaban de entender: besos, miradas, caricias, etc.
El secreto de la sexualidad, mal guardado o morbosamente expresado, provoca celos, confusión y teorías infantiles muy curiosas.
Por todo ello, creo que no es necesario atribuir intereses sexuales explícitos hacia los padres (salvo que la sexualidad incluya todo, como hace Freud). Lo que es indudable y suficiente para entender a la infancia es que, sin duda, desean y tienen celos por no compartir la intimidad de los padres, ni satisfacer su curiosidad.
Lamentablemente, como sabemos por el problemas de los incestos, sí hay algunos padres (muy pocas madres), que abusan sexualmente de sus hijos o hijas.
En definitiva, creo innecesario aceptar el Complejo de Edipo para entender la infancia.
Y si, como ocurre a veces, los pequeños son seductores o celosos, estas conductas pueden explicarse bien por celos afectivos (no explícitamente sexuales) o porque, habiendo sufrido abusos sexuales, han aprendido a obtener beneficios secundarios (regalos, atenciones especiales, etc.) o han sido maliciados por los adultos.
Félix López Sánchez