Esa semana, la del 18 de enero, cuando aparecieron los tres cadáveres quemados en el patio de la casa de las víctimas, me habían invitado unos amigos del pueblo a pasar el fin de semana en su chalet para recordar tiempos felices y volver a pasear los caminos que corren siguiendo el Tajuña.
Ya entrada la mañana, sin aún noticia alguna, salí hacia la panadería para la compra del sabroso pan y los dulces famosos que a todos los habitantes y visitantes nos encantan.
Era una mañana fría y lo primero que me impresionó camino de la panadería, fue un silencio extraño en las calles, como si todo se hubiera paralizado. En una de las esquinas de la Plaza, junto a la que pasé, había un corro de cuatro hombres, hablando con voz bastante alta. Como uno de ellos era un conocido, me acerqué a él haciéndome un hueco en el grupo.
- Sí, seguro que el criminal ha sido el pakistaní- afirmaba rotundo uno de ellos.
- ¿Y por qué lo sabes? ¿Es que hay alguna prueba?- le replicó el de al lado.
- Todo el mundo sabe que era un inquilino que les debía el pago de varios meses…con la necesidad de dinero que tenían los tres hermanos arruinados por sus deudas…
- ¿Y? ¿Qué quieres decir?
- Pues que discutirían, la discusión se convirtió en pelea y la pelea en crimen- insistió el primero…
- Tú has leído muchas novelas de asesinatos…
- Pero…- tomó la palabra mi conocido- vamos a pensar con sentido común. Si el pakistaní fuera el asesino ¿qué haría aún viviendo en Arganda? ¿Estaría esperando a que la Policía le detuviera? Habría hace tiempo huido muy lejos…tiempo ha tenido de largarse.¡ Hace un mes que están los cadáveres en el patio de la casa…!
- Pero vamos a ver, ¿ a ti no te parece suficiente prueba de su culpabilidad el hecho de que ya ha estado ese paquistaní en la cárcel unos días, por una disputa con los hermanos a los que agredió con un martillo?
- No les agredió…les amenazó. ¿Creéis que el juez le habría condenado solo a unos cuantos días con una agresión descontrolada y le hubiera permitido salir en libertad si hubiera alguna duda de que este hombre pudiera ser un asesino?
El grupo siguió desmenuzando todas las hipótesis sobre la posible identidad y motivaciones del crimen y la relación que estos terribles hechos podían tener con la situación de altísima deuda que las hermanas habían adquirido con vecinos y conocidos, para pagar a unos imaginarios enamorados llenos de promesas y de mentiras.
Me alejé pensativo y cabizbajo del grupo junto a la Plaza, con la idea de que el puzle que compone el asesinato de M. de Tajuña tardaría mucho tiempo en ser armado. Y me invadió una sensación de tristeza por la vulnerabilidad con la que la mayor parte de los habitantes del pueblo sentiría, contemplando cómo los tres hermanos fueron arrastrados por el viento del deseo de ser amadas de las dos hermanas, estafadas, perdidas y finalmente asesinadas por una compleja mafia. Y vulnerables por la indefensión que aumentó por la ineficaz ayuda de los vecinos que les dieron o prestaron el dinero para pagar esas deudas que nunca disminuían.
Y todo el pueblo sintiendo el terror a la catástrofe, paralizado un mes entero ante la desaparición física de los tres hermanos: nadie se atrevió a ver qué había ocurrido en el interior de esa casa donde vivían, hacía muchos años, los tres hermanos.
Lector ¿quizás no ha podido seguir el hilo de la madeja de todos estos confusos datos? Lo mismo, hasta el momento, nos pasa a todos: nos sentimos perdidos en la incoherencia de los hechos sabidos y sintiendo la vulnerabilidad del ser humano incluso en hábitats tranquilos, como un pequeño pueblo cercano a la capital.