Iba a escribir oversáis, por mi prurito de filólogo y lo de castellanizar, pero oye, un clickbait es un clickbait y bien vale un anglicismo rampante, contante y sonante.
No es justo, ya lo digo; a ver, ya les he contado alguna vez, bueno, lo he escrito, que me he quedado en gordo asintomático, esto es, que a base de DDT (dejar de tragar) y, cuando lo hago, dándole más protagonismo a las verduras y quitándoselo a las harinas, he bajado unos treinta kilos de 2020 para acá; ver las orejas al lobo me hace ser responsable –“maso”, como creo que dicen los jóvenes, “maomeno”, en viejunés– pero el gusto por comer –vivir para comer no es lo mismo que comer para vivir– no se me quita y lo intento administrar... Eso y la decadencia, claro...
Pero estábamos con el oversáis –dentro ya sí me pongo filólogo, ya conseguí el clickbait si estás leyendo esto– porque quiero escribir un planto, una queja...
Joder, tantos años de “llenito” para después de una embolia, ponerme serio, bajar tantos kilos que tuve que regalar un chingo de ropa –ya me calenté, perdón por el mexicanismo– y poco después, cuando ya me estabilicé en mi peso –mi autopercepción es que me veo bien, oye, no lo niego– resulta que se pone de moda vestirse con prendas varias tallas más grandes...
Ya lo había visto y leído, que uno lee de todo y está “en las redes” –no en todas, sigo sin encontrarle la gracia al TikTok, como viejuno/chavorruco que soy– pero en mi calidad de otelover –OTlover, sí, otro anglicismo confesante; sí, Pilar y yo nos chutamos las galas, posgalas, al Xuxo y hasta de vez en cuando algún directo en YouTube y algún “mejores momentos”– me ha llamado la atención la cantidad de americanas –me refiero a lo que de este lado del Atlántico se denominan sacos o ternos, no a damas de esta proveniencia– que las veo puestas y oye, me recuerdan a cuando yo, de niño, me ponía alguna de mi padre…
Ya lo veía venir con los pantalones de rapero/a, reguetonero/a, que creo que ahora son de urbano/a –no guardia, solo artistas– pero no pensé que se llegara a tanto…
En fin, tampoco puedo quejarme; tengo una mala salud de hierro, que dijo no sé quién, y eso es algo que agradezco al ser supremo de preferencia –de cada quien, que yo soy ecuménico– pero en eso de las modas, tengo mala suerte.
Ni modo.
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