“El mirar de Dios es amar” (San Juan de la Cruz).
Dios es amor y mira con amor todo lo creado.
Jesús miró con gran amor: a su Madre, a los discípulos, a los niños, a los publicanos, al joven rico a Judas, a Pedro, a la Magdalena. Con su tierna mirada alejaba el miedo y la duda, llenando el corazón de paz, salud y bondad.
Santa Teresa procuraba representar a Cristo dentro de ella. Así, según su estado de ánimo lo miraba en el Huerto si estaba triste, y resucitado si estaba alegre. Por ello aconsejaba imaginarse a Jesús cerca, como el buen amigo que está al lado. Este simple ejercicio hecho con amor, ayuda grandemente a vivir en la presencia del Maestro. Así de sencillo es este método de oración: aprender a mirar, y sentirse mirado por Él. “No os pido más que le miréis”, repetía mil veces la Santa.
Quien desee orar con los ojos, tendrá que clavar los suyos en los de Jesús. Es la mirada limpia y contemplativa de las realidades terrenas y espirituales la que acerca a Dios, a los otros, y mantiene el corazón en la pureza y sensibilidad para ver a Jesús en “una silla vacía”, conocer su voluntad y comprometerse a cumplirla.
Orar con la mirada, clavar los ojos de la fe en Él, abstraerse de toda clase de preocupaciones, saber que está vivo en todo lugar, es una gracia reservada a los puros y sencillos de corazón. “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira” (Campoamor). Y si se mira con los prismáticos de Dios, todo, indudablemente, hablará y sabrá a Dios.
“Señor: Me llamaste. Me gritaste…hasta quebrantar mi sordera. Me fulguraste. Me deslumbró tu resplandor…hasta que, por fin, has curado mi ceguera. Espiraste sobre mí tu aliento. Te respiré…y ahora te anhelo”.
Un sacerdote que fue a visitar a un enfermo a su casa, advirtió la presencia de una silla vacía junto a la cama y preguntó por su finalidad. El enfermo le respondió: “He colocado a Jesús en esa silla y estaba hablando con Él hasta que llegó usted…Durante años me resultó muy difícil hacer oración hasta que un amigo me explicó que orar es hablar con Jesús. Al mismo tiempo me aconsejó que colocase una silla vacía junto a mí, que imaginara a Jesús sentado en ella e intentase hablar con él, escuchar lo que Él me contestaba. Desde aquel momento no he tenido dificultades para orar” (Leo Buscaglia).
Imaginarse a Jesús sentado en una silla, mirarle, hablarle, es una forma sencilla y linda de orar.