No sé si se aprobará o no este miércoles el decreto ómnibus que presenta el Gobierno con un popurrí de temas. De momento, uno de los socios de investidura, los independentistas de Junts, ya han dicho que votarán en contra.
Eso no quiere decir nada, porque en política hasta el último minuto se puede cambiar de opinión sin dar muchas explicaciones. De momento, sin embargo, las razones que esgrimen los separatistas son, para ellos, de mucho calado: “Agravan la infrafinanciación que ya sufre Cataluña, implican recortes de competencias de la Generalitat y ponen en peligro la ley de amnistía”, en una referencia, en el último caso, a la suspensión cautelar de asuntos prejudiciales.
Ya ven cómo están las cosas. Ante una eventual defección de Junts y de Podemos, el Gobierno quedaría en minoría frente a la derecha, opuesta desde el principio a este tipo de decretos leyes del PSOE. De aquí que los socialistas hayan hecho una especie de amago a los populares para que desequilibren la balanza a su favor. Pero ya lo había advertido Núñez Feijóo previamente a los últimos acontecimientos: “Con nosotros que no cuenten” cuando le fallen al PSOE los socios de investidura en el día a día parlamentario.
Pues a la primera de cambio ya se han puesto de manifiesto la debilidad del PSOE y la fortaleza de Puigdemont. Es tanta la dependencia de los socialistas de este último que sólo podrían romperla con otra dependencia, indeseable y problemática para ellos, del PP. O sea, que a pesar de la mayoría que por distintas razones entronizó a Pedro Sánchez como presidente, la debilidad y precariedad parlamentarias del PSOE le obligan a estar mirando de reojo al Partido Popular. Porque una cosa es tener la mayoría de investidura para cortar el paso al PP y otra muy distinta mantenerla permanentemente ante los avatares parlamentarios, con lo que la legislatura, para los observadores más objetivos, corre mucho riesgo de no llegar hasta el final del período previsto