Arévalo murió ayer, con 76 años. Todos tenemos cortinas de fondo en nuestra vida. Detalles que fueron eso: detalles. No marcaron de forma sustancial nuestro devenir por este valle de lágrimas, pero algo tuvieron, algo tuvieron que nuestra memoria los registró y ahí quedó, como dicen que quedan ahora los datos que subimos a la red: que no se borran. Y el tiempo transcurre a través de nuestros huesos, pero esas cosas tan insignificantes no se nos van, se quedan. Y no fueron importantes en nuestra vida, ya digo, pero persisten ahí, con cerrazón increíble en los cajoncitos de nuestra albarda personal.
Y cuando nos rebotan las estrellitas de todo cuanto hemos vivido, porque la edad tiene ese capricho, ocurre, como en esta ocasión, que yo me acuerdo todo lo bien que lo pasé con los chistes de este hombre, de este artista del espectáculo, bajito y rechoncho, que se fue ayer al olimpo de las risas que más nos identifican a los españoles, perdón a aquellos españoles. ¿o somos todos los mismos, pero con distinto collar? No lo sé. Terreno resbaladizo este.
Arévalo fue una de esas cortinillas de fondo de mi vida. Y un tipo que nació para divertir al personal, con un don especial para el chiste con cierto enredo caricato. Un genio de la risa corta y amable que parapetó su argumentario en gangosos, cojos, mancos, amanerados. Risa circunstancial. Opiniones hay para todos los gustos, evidentemente, pero a mí, que me reí mucho con Arévalo, nunca me pareció que en la intención de su humor estuviera faltar al respeto a ningún colectivo de personas con minusvalías.
Cuando yo me arremolinaba en los 90, con otras treinta o cuarenta personas alrededor de un chiringuito de chuches en los aledaños de la plaza de toros de Las Ventas, escuchando sus chistes de los cassetes partiéndonos de risa, era eso. Risa sana. Si al día siguiente yo andaba cojo o manco nunca hubiera pensado que Arévalo se había reído de mí. Hoy, parece que aquel humor se traicionó. No vale porque ofende. Pero no ofenden grandes humoristas posteriores como Martes y 13, Cruz y Raya, José Mota etc,etc…que basan su humor en parodias de personajes públicos y artistas diversos de todos conocidos. Humor ¿distinto? No lo creo.
Arévalo, actor cómico penosamente infravalorado, tuvo que vivir en la indigencia profesional en este cambio generacional tan radical que estamos viviendo de costumbres y aptitudes ante la vida, en muchos casos absurdas y ridículas, que chocan frontalmente con el sentido común.
Gracias Arévalo, porque estuviste ahí cuando necesite reírme.