OPINIóN
Actualizado 17/12/2023 17:20:27
Isaura Díaz Figueiredo

Durante estas fechas aumenta el número de personas que acuden a consulta de psicología y psiquiatría. Aumentan los suicidios y los problemas del estado de ánimo en general empeoran.

Más allá de casos clínicos diagnosticados, también existe un sentimiento de descontento, malestar o tristeza generalizada entre muchas personas durante los días previos y los mismos días “de fiestas navideñas”. Al menos yo escucho con relativa frecuencia la frase: “odio estas fechas”. La explicación más inmediata a estos hechos es que a la mayor parte les falte alguien en su familia, alguien muy querido cuya ausencia notan más en estos días. Recordar que hubo tiempos que en todo parecía diferente y tropiezas con cruda y helada realidad.

No digo que no haya razón en este argumento, es obvio que en el momento que toda la familia se reúne/ía a celebrar el Nacimiento de Jesús, se siente más el vacío de quien no está, porque ya nos espera en otra dimensión, o sencillamente no desea nuestra presencia. El propio contexto es un acto repetitivo, con toda una parafernalia concreta reproducida año tras año, posee una gran fuerza evocadora que, irremediablemente, nos trae a la mente recuerdos de años precedentes, donde la alegría y la felicidad reinaban en nuestras vidas.

Hay personas que no han sufrido pérdidas y que aun así desearían teletransportarse a algún lugar no navideño hasta el 9 de enero.

Se puede argumentar con muchísima razón la hipocresía de estas fechas, reuniones con familiares que no apetecen y desencadenan trifulcas con presencia incluso policial, el consumismo, la obligación de comer hasta … Y sí a todo esto añadimos: “La obligación de ser feliz”.

Nos rodean miles de mensajes que nos instan a disfrutar, divertirnos, ser felices e incluso a amar más a los demás. Ante lo cual me pregunto ¿creemos que el amor, como cualquiera otra emoción, puede sentirse a voluntad? Pese a que pueda parecer maravilloso que así fuese privaríamos a la naturaleza de un papel fundamental: ser menos humanos.

Teniendo en cuenta, por tanto, que las emociones tienen su función, y que es menos complicado sentirlas a voluntad, hay algo que desde luego no ayuda en absoluto a su consecución, como dije al comienzo del artículo, la obligación; esa sutil imposición subyacente que vive a diario en nuestra sociedad “ser felices”, la cual se agudiza en Navidad u onomásticas. Celebración viene del latín, celebrat?o. El concepto refiere a la acción de celebrar (festejar, conmemorar, alabar, reverenciar, realizar una reunión o acto). Pero no es desde luego patrimonio exclusivo de estas fechas ni de aquellos días que nos embarrotan privándonos de lo más importante de… ser libres.

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