BRACAMONTE
Actualizado 18/12/2023 08:59:44
Redacción

El trabajador se dejaba en un breve descuido en el establecimiento un bolso con una importante suma de dinero, tras lo que la dueña comenzaba a indagar para dar con él y devolvérselo

De vez en cuando, en la vorágine del día a día, nos encontramos con historias, personas y situaciones que no hacen mas que reconciliarnos con el ser humano. Un ejemplo de esto bien lo podemos encontrar en la historia que ha vivido Isabel Jiménez, hostelera peñarandina y responsable de un conocido bar-restaurante, quien hace escasos días ha vivido una singular situación que mezclaba la emoción y el nerviosismo prácticamente en las mismas dosis.

Todo ocurría una mañana normal de diario en el bar, cuando llegaba un repartidor a realizar la entrega en el negocio de uno de los habituales pedidos que de manera periódica realizan a esta empresa, en la que, además, quién entregaba el pedido prácticamente se estaba estrenando en la ruta que abarca la comarca peñarandina.

Una vez revisado que el género era el que marcaba el pedido realizado y todo estaba correcto, seguía el habitual proceso con el abono de la factura correspondiente, momento en el que hostelera y trabajador mantenían una distendida conversación, comenzando a llenarse de clientes el establecimiento, lo que generaba la despedida entre ambos y la marcha del viajante. Pocos minutos después, Isabel encuentra en la misma zona de la barra en la que habían intercambiado bromas y conversación un estuche, que recogía inmediatamente, sin tener inicialmente conocimiento de que fuera propiedad del trabajador. “retiré de la barra el estuche y entre en la cocina para ver si tenía documentación o algún elemento que pudiera hacerme identificar al dueño y, al abrirlo, me quedé sin aliento” explica Isabel. Y es que este susto no era por otra cosa que por la gran cantidad de dinero que contenía, cuantía que mantenía los tres ceros “visto por encima” afirma.

En ese momento se percataba de que su propietario no era otro que este nuevo repartidor en la zona y comenzaba su sufrimiento. “Acaba de empezar a trabajar aquí con esta empresa… cuando llegue a los almacenes sin el estuche y la recaudación no sé qué le podrá pasar” asegura.

A partir de ahí, Isabel comienza una intensa investigación para ver si es posible localizar al repartidor antes de que se marche de Peñaranda o llegue el final de la jornada, algo en lo que se implica de manera intensa durante buena parte de la mañana y casi la tarde, llamando y preguntando a conocidos para ir tirando de un hilo que cada vez la acercaba más al dueño, pero mantenía la angustia. Finalmente, tras no pocas indagaciones conseguía dar con el: “Cuando pude localizar su número de teléfono, hablar con él y contarle que tenía su estuche no pudimos contener las emociones… el alivio de encontrarlo fue enorme para los dos, es un momento que no olvidaré en la vida” asegura Isabel, quién finalmente se encontraba con el responsable del estuche pocos minutos después de esta llamada en el bar y en el mismo lugar en el que se quedó por olvido. “Estaba yo más nerviosa por entregárselo casi que el mismo, pero me podían las ganas de hacerlo porque solo pensar en el problemón que podía tener él cuándo llegara a las oficinas de su empresa sin esa gran cantidad de dinero, me ponía mala” explica la más que contenta hostelera, que recibía un agradecimiento más que sincero y profundo por parte del trabajador.

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