La música callada en tu silencio
sonoro… El rezo en tu credo.
Tu oficio celebrado. Tu liturgia
dispersa en las cuentas de las horas.
Tu mística herida en la renuncia.
Tu nada ofertada en el todo.
La forma encarnada en tu palabra,
ardiente con el verbo apagado.
Los ríos de la vida de Manrique;
la Italia del Trescientos de los versos
del vate instruido por Virgilio.
Un culto en una estética versado,
labrado en el misterio como algo
nacido en el mar sin un principio.