Muchos ministros son los primeros en torear la Constitución que prometieron defender cuando su toma de posesión. ¿Y qué decir, en general, de la amnistía que defienden con unas y dientes pese a la presunta inconstitucionalidad de la ley?
Pero la Constitución tiene más enemigos declarados y explícitos que aprovechan cualquier oportunidad para vilipendiarla. Ahí tenemos si no la recepción oficial del día 6 a la cual ERC, Bildu, Junts, BNG y PNV desdeñan en asistir porque, según ellos, no hay nada que celebrar en esa fecha.
Lo curioso del caso es que casi nadie sabe el contenido de la ley de leyes porque su conocimiento ha sido prácticamente vetado en todas las instancias del país, con lo que es fácil odiar lo que se ignora. De conocerla, se sabría que todos los derechos básicos de que gozamos los españoles están en esa ley y que a ella hay que remitirnos cuando sufrimos una arbitrariedad.
Lo ideal sería que todos los escolares de este país conociesen la Constitución y pudiesen así reivindicar los derechos que ampara. Pero se trata de una vana utopía. Si no se estudia ni siquiera la historia de España y si en algunas zonas aprender castellano supone un esfuerzo desproporcionado, ¿cómo vamos a pretender que además se conozca la Constitución?
En otros países, los jóvenes aprenden su Carta Magna en la escuela y son capaces de reconocer sus principales virtudes. Es más. En algunos de ellos, los escolares juran la bandera nacional el día de su graduación, con lo que los valores de patriotismo y de respeto a la ley resultan afianzados.
Todo esto aquí resulta incomprensible, máxime cuando los partidos menores de los que depende la gobernabilidad del país quieren destruirlo y, en consecuencia, la Constitución, como garante y escudo protector de este país, es algo que odian porque nos defienden a todos los que creemos en la democracia y la igualdad ante la ley.