OPINIóN
Actualizado 05/12/2023 14:04:20
Rafael Herrero

La realidad de la vida nos obliga a seguir con la rutina de todos los días, pero a veces, te sigo echando de menos Silvia, y mis ojos aún no secan. Siempre llevaste un mensaje rebelde en tus acciones, tus manías con el orden de las cosas que te rodeaban, tu maletín de maquillaje o de pinturas para cualquier imprevisto que surgiera en el momento, apegada a tu gente, a la fiesta, a tus viajes y sus largas estancias, siempre con sueños muy claros, siempre me has dicho que has vivido la vida que querías vivir.

Hoy Silvi estoy más tranquilo, ya todo pasó, no como planificaste, pero no importa. Recuerdo cómo se desbocó mi corazón tras decirme “Rafiti, estoy muy malita”. El otro día, subiendo las escaleras de casa de mamá pensaba verte en la puerta, como siempre, con el abrazo de bienvenida. Tus llamadas, tus locuras, tus manías… poco a poco llegará el momento de convencerme de que debemos dejar ir este dolor y continuar con la rutina de la vida.

Ahora, ya más tranquilo después de asumir que te has ido, me vienen recuerdos de los días de nuestra infancia, cuando juntos compartíamos risas, secretos y aventuras. Tan solo nos sacábamos dos años y eso ayudó quizá a que fuéramos cómplices, confidentes y amigos incondicionales. Recuerdo aquellas noches largas de estudio para los exámenes, cada uno centrado en su habitación y compartiendo los descansos siempre como punto de encuentro la cocina. Te encantaba tomarte el cola-cao a cucharadas, recuerdo aquel día que haciéndote reír lo lanzaste todo encima de mí. Recuerdo nuestros viajes a la costa, ¡qué bien nos lo pasábamos! Siempre supe que podía contar contigo en los momentos buenos y en los difíciles. Aunque siempre has estado más fuera de Salamanca que aquí, no faltaban las llamadas contándome tus anécdotas y riéndonos de ellas. Agradezco todos los momentos preciosos que compartimos juntos. Cada risa, cada conversación y cada abrazo están grabados en mi memoria. Siempre supe que nuestro amor era inquebrantable.

Sé que estás bien, que estás con los abuelos, con quien tantos veranos hemos pasado en Santiz, y sus visitas casi diarias a Salamanca, como aquellos días que nos dejaban con la abuela en casa de la tía María Jesús,

nuestra segunda madre. Con cualquier cosa nos entreteníamos, nos sobraba imaginación. Ahora, vuela y llega a tu nuevo destino donde, sin duda, te espera gente que también te quiere.

El día que te fuiste la prima Montse me envió un mensaje y leyéndolo no veas las veces que me ha hecho llorar la ‘jodía’: “Rafa, qué decirte... no sabes qué tristeza tenemos. No olvides colocarle un pincel en su mano, para que pueda llenar el cielo de color, así como ella hacía con todo lo que tocaba y con todos los que hemos tenido la suerte de conocerla. Llenarnos de color”. Y quiero mencionar también las palabras que te escribió mi hija Lucia entre las que te decía: “Solo te pido una cosa, que no estés triste, porque la vida a veces es demasiado corta, pero la felicidad es la que hace que valga la pena vivirla. Sé feliz. Te quiere mucho, Lucía” Tu respuesta fue: “Qué bonita, me ha emocionado, no te imaginas cuánto agradezco que haya escrito esta carta, la quiero mucho”

Hoy quiero dejar este escrito en tu rincón, nuestro rincón de Quisicosas del periódico Salamanca Al Día, donde mes a mes nos has ido ofreciendo tus pinturas con el tema de ‘busca las 7 diferencias’ y yo a tu lado con cada artículo. Este año necesitaba un descanso y lo tuve que aparcar, pero tú has seguido mes a mes con tu compromiso, hasta el final. Hay un montón de gente que se ha unido a mi dolor, al dolor de la familia y aquí, en tu sección, les doy las gracias.

Hasta que nos volvamos a encontrar algún día, seguiré recordándote con todo mi cariño.

Te quiero hermanita.

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