OPINIóN
Actualizado 04/12/2023 10:06:37
María Jesús Sánchez Oliva

En marzo y en octubre tenemos que cambiar los relojes para ahorrar luz. Para lo mismo debemos conectar los electrodomésticos de noche o en franjas horarias variables. Por la misma razón nos bombardean con el mensaje de que en casa tenemos que cambiar las bombillas de siempre por las actuales de bajo consumo y encenderlas cuando sea imprescindible nada más. El problema, no se cansan de decirnos, no es solamente que podamos pagar la factura o no, es que la energía se acaba y hay que controlar el consumo. Pero llegan las fiestas navideñas y los ayuntamientos pierden el miedo a que tengamos que volver al candil.

Al alcalde de Vigo se le ocurrió un año convertir la ciudad en una feria de luces para atraer turistas y tuvo tanto éxito que surgieron los ayuntamientos dispuestos a hacerle competencia y empezó entre ellos la guerra de las luces. Unos intentan poner el árbol navideño más alto de todos; otros pretenden ser el que más árboles tenga; todos quieren tener atracciones para los niños y mercadillos para los mayores. Pero ningún alcalde le gana la batalla al de Vigo, si un año enciende cientos de bombillas, al año siguiente enciende miles, y adelanta el alumbrado tantas fechas que ni siquiera espera a que diciembre estrene la última hoja del calendario.

No seré yo quien esté en contra de que las ciudades se vistan de fiesta por Navidad, todos las queremos alegres, hermosas, pero si muchas familias no pueden encender la calefacción por el precio de la luz y de ser cierto que la energía está en peligro, el alcalde de Vigo y todos los que luchan por superarlo deberían, aunque solo fuera para darnos ejemplo, poner fin a esta carísima guerra de luces, que la belleza no está reñida con la sencillez.

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