OPINIóN
Actualizado 01/12/2023 07:52:13
Juan Robles

Con la apertura de las Cortes españolas, se ha dado comienzo oficial al nuevo curso político. Contamos ya con presidente de gobierno, y conocemos los componentes de su nuevo gobierno, que es en buena parte el mismo que antes, con pocas novedades.

Los retos que se le plantean al nuevo gobierno son de alta trascendencia. El diálogo con Puigdemont y su partido junts; la relación con el partido ERC, etc. Ello incluye la discutidísima ley de amnistía a que el partido socialista de Pedro Sánchez parece haberse comprometido con el partido de Puigdemont. Luego se incluye la celebración de un referendum de independencia.

Tampoco conocemos suficientemente el contenido de los acuerdos entre los partidos políticos PSOE y EH-Bildu.

Otros retos para el nuevo gobierno, pero que afecta a los demás partidos, y sobre todo a los de la oposición, el PP y Vox, es el enfrentamiento a la difícil situación económica, que conlleva consigo la creciente inflación, el grave endeudamiento externo y el ajuste necesario de los diversos impuestos.

También está pendiente, y con muy graves consecuencias la renovación del Tribunal Constitucional y del CGPJ, entre otros.

Se nos presenta en el terreno de lo político un curso bien interesante e incómodo.

Por lo que se refiere al nuevo año litúrgico o cristiano, el pasado domingo se ha cerrado el curso con el último domingo, dedicado a la fiesta de Cristo Rey. El nuevo curso dará comienzo el próximo domingo, que hace el número uno del nuevo tiempo de adviento que nos prepara para la Navidad.

Nuestro curso no coincide con el comienzo del año civil, que viene después de la celebración de la Navidad, concretamente coincidiendo con el día de la octava de Navidad.

Nos estamos refiriendo particularmente a las celebraciones litúrgicas de las grandes fiestas del año cristiano. Pero la vida cristiana, fundamentalmente la de la Iglesia católica, se ve afectada en el nuevo año esta vez por diversos acontecimientos sociales, políticos o religiosos.

Una de las cuestiones pendientes es la referida a los abusos de personas eclesiásticas, sacerdotes, religiosos, religiosas o empleados de organizaciones de Iglesia, en relación con personas menores de edad, sobre todo. La Iglesia general ha tomado el afrontamiento del problema con gran decisión, y también la iglesia española.

Nuestros obispos se han comprometido a atender especialmente a las víctimas de abusos sexuales o de otro tipo de poder. Con atención personal y de acompañamiento, pero incluso con alguna posible compensación económica. Lo cual lleva consigo una grave dificultad, sobre todo para no caer en situaciones de desproporcionalidad o de injusticia.

Otro acontecimiento que ocupa la centralidad de la Iglesia en este nuevo curso es la continuidad de la celebración del Sínodo sobre la sinodalidad. El Sínodo ha tenido ya su recorrido, tratando de que el mayor número posible de personas, cristianos, de otras religiones o sin religión alguna, participen en las deliberaciones del sínodo, que inicialmente era el sínodo de los obispos, pero que por decisión expresa del Papa Francisco se ha abierto a la participación en él de todo tipo de personas, además de los obispo: sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, varones y mujeres, con posibilidad de participar en derecho incluso en el voto decisivo. Si bien el sínodo pretende ser un acontecimiento de participación y diálogo, tendiendo, con la ayuda del Espíritu Santo, a tomar las decisiones por consentimiento.

El Sínodo lleva ya un largo recorrido, porque comenzó por la oración, el diálogo y la reflexión, a partir de las pequeñas comunidades, parroquias, diócesis y continentes, para terminar en el encuentro general durante el mes de octubre en el Vaticano.

Los padres y “madres” del sínodo entregaron a la Iglesia general un documento final, resumen de las reflexiones llevadas a cabo, que parece deberá ser trabajado nuevamente a lo largo del presente curso, hasta concluir con otro mes de octubre en Roma, donde se tomarán las decisiones finales, aunque con compromiso de seguir aplicando el espíritu de diálogo, o espíritu sinodal, en toda la vivencia eclesial y sus organizaciones.

Por la novedad del acontecimiento, que remite a la forma de proceder de la Iglesia en los primeros años de su existencia, estamos llamados a una forma nueva, que cuenta con su cierto riesgo, pero también con la capacidad positiva de aproximación a la realidad de los verdaderos intereses humanos y espirituales del hombre de hoy, con claro espíritu evangelizador y misionero.

Empezamos el nuevo curso cristiano con ilusión y esperanza. Y dentro de un año podremos revisar los resultados.

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