La violencia machista existe aunque algunos la sigan negando. No es una tragedia de nuestros días, es una tragedia de siglos. Todos hemos conocido mujeres que tuvieron que sufrir en silencio las humillaciones de sus maridos, las brutales palizas, las agresiones verbales… porque los maltratadores contaban con las bendiciones de la sociedad, de las autoridades y hasta de sus propias familias.
Aunque poco a poco las cosas han ido cambiando afortunadamente y ya todos sabemos que ellas son las víctimas y ellos los malditos canallas. Los machistas han sido incapaces de asumir este cambio de opiniones y ante la imposibilidad de poder seguir maltratándolas sin que se quejen, sin que renuncien a denunciarlos, a solicitar protección, a pedir ayuda… optaron por matarlas y dejaron de ser maltratadores para llenarse de gloria convirtiéndose en asesinos.
Los gobernantes hacen leyes para acabar con esta lacra, pero los machistas se ríen de ellas; los medios de comunicación no se cansan de aconsejar a las víctimas que denuncien a sus agresores, pero el miedo a las consecuencias no siempre les permite hacerlo; las asociaciones de mujeres no se cansan de recordarles que no dejarán de luchar por ellas, que no están solas en esta guerra, que su problema es el problema de todas y jamás las abandonarán.
Pero lo cierto es que el número de mujeres asesinadas por sus parejas, en lugar de menguar, crece. Este año llevamos ya 52 mujeres asesinadas más 2 casos que se están investigando, y el sábado, mientras que cientos de mujeres se manifestaban en contra de la violencia machista, uno de tantos estrangulaba a su mujer delante de sus hijos y como si acabara de cometer una hazaña digna de alguna medalla de méritos llamaba a la policía para comunicarle su gran noticia.
Ante estos comportamientos parece claro que no es cuestión de educación como piensan algunos, es, sencillamente, maldad, y como los malos no cambian nunca, seremos las mujeres y los hombres de bien, que haberlos hailos, los que tendremos que cambiar dejándolos completamente solos, huyendo de ellos como de la peste, ignorando sus mensajes en las redes sociales y en cualquier parte porque negar la violencia machista públicamente a estas alturas y con la que está cayendo es otra forma de ejercerla.