«Atendidos 141 casos de violencia sexual en el último año en Ibiza».
«Detenido un joven de 18 años como presunto agresor sexual de una niña de 9 años en Huesca”.
«4.806.054 mujeres españolas aseguran haber sido victimas de violencia psicológica, física o sexual por parte de sus parejas o exparejas en algún momento de su vida».
«En Navarra, tres de cada cuatro denuncias por violencia sexual son de mujeres menores de 30 años».
«Más de 3.000 mujeres al año son atendidas por violencia machista en Tarragona».
Alba García López-Navarrete
Activista por los derechos humanos
Estas son algunas de las últimas noticias sobre violencia de género publicadas en España. Esta es la realidad diaria de millones de mujeres en las diferentes regiones del mundo y de nuestro país. Las mujeres no podemos ser libres ni en nuestros propios países, siempre va a existir un sistema que consiga oprimirnos, siempre van a encontrar la manera de que nos sintamos inferiores ante el género masculino. A veces siento que caminamos dos pasos hacia delante y retrocedemos tres, que cuando en un ámbito habíamos logrado empoderarnos y encontrar la manera de gritar sin que nos sintamos culpables, de repente, aparece la tecnología, los medios de comunicación, la inteligencia artificial o simplemente alguien que nos recuerda que existen nuevos avances y nuevos métodos que pueden lograr que nos sintamos pequeñas y con miedo, que esta lucha todavía no ha terminado, que todavía queda mucho camino por recorrer.
Lo más peligroso de esta situación son las mentes jóvenes, el futuro de España. Semanalmente aparece un suceso en el que intervienen menores, tanto en el lado de la víctima como en la parte del agresor. ¿No nos da miedo el futuro? Parece que no, porque a pesar de que se han implementado nuevas políticas, se introducen métodos de enseñanza preventivos en las aulas, nos manifestamos y realizamos concentraciones, escribimos artículos que denuncien la situación y divulgamos información de apoyo a las víctimas, parece que nada es suficiente. No sentimos que hayamos avanzado, es más, parece que estamos retrocediendo; este año 2023 se han superado las cifras del pasado año 2022 de asesinatos cometidos por violencia machista. 52 vidas de mujeres, madres, hijas, mujeres trabajadoras, felices, inteligentes, audaces. 52 mujeres que nunca podrán volver a vivir su vida, porque se la arrebataron.
Hemos hablado de las mujeres víctimas del acto más atroz que un ser humano puede cometer, pero no podemos dejar en el olvido a todas aquellas que luchan cada día contra la violencia doméstica en sus propias casas, a las que sufren diariamente violencia psicológica y física, siendo, a mi parecer, este el tipo de violencia más peligrosa de todas, es tan sutil que ni nos damos cuenta, y cuando nos queremos dar cuenta, nos ha absorbido tanto que comenzamos a normalizar la situación, camuflándola ante los ojos de la gente, justificándonos ante nuestro círculo cercano e ignorando las alertas de peligro que nuestro cuerpo y nuestra mente crea en contra de nuestro abusador, convirtiéndose esto en un detonante hacia el infierno, del que es muy complicado salir.
No debemos ignorar tampoco a las mujeres que sufren acoso laboral, aquellas que se encuentran en una situación de dependencia por estar subordinadas jerárquicamente, y que no saben cómo reaccionar ante el hecho de que su maltratador sea su jefe y por tanto su medio hacia la independencia económica. Porque la violencia económica también existe, juega con la vulnerabilidad financiera de las mujeres, ofreciéndoles trabajos precarios o aprovechándose de que carecen de un trabajo retribuido, como las mujeres que se dedican al hogar de quienes sus agresores se prevalecen desde su posición aventajada llamada salario mensual, casos como el de mi abuela, quien tuvo que ponerle la mano delante a un hombre semanalmente para pedirle dinero.
Poco se habla de otras formas de violencia que se nos presentan puntualmente pero de forma muy significativa en nuestras vidas. Así, la violencia obstétrica, utilizada por profesionales de la salud hacia las mujeres embarazadas o hacia aquellas que se encuentran en el paritorio, y que abarca desde actos no consensuados por la madre, intervenciones dolorosas sin medicamentos, altas dosis de fármacos, hasta presentarse en forma paternalista, psicológica, con vejaciones y tratos humillantes con las pacientes. Este tipo de violencia constituye una violación directa de los derechos humanos desde la perspectiva de los derechos de la salud y de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
Especial mención quiero hacer a las niñas y jóvenes que nos lean. Os comprendemos y os apoyamos. Es un camino duro en el que os vais a encontrar numerosas manifestaciones machistas que vais a tener la obligación de esquivar por nadie más que por vosotras, por vuestra independencia y libertad, por manteneros felices y vivas, porque vivas nos queremos. Sé que las jóvenes, y me incluyo, estamos cansadas de escuchar numerosas campañas y mensajes de prevención, ya sea por parte de nuestras familias con un «avísame cuando llegues a casa» o «no vuelvas ni tarde ni sola» hasta por parte del Ministerio de Igualdad promoviendo educación sexual y emocional que enseñe bases tan importantes como el consentimiento o la corresponsabilidad, a todas aquellas jóvenes que luchan en sus escuelas contra los comentarios machistas de los hijos del patriarcado, a las que le tienen miedo a la noche, a todas las niñas que se ven envueltas en la violencia digital con sus cuerpos, a todas las mujeres del futuro, no estáis solas, estaréis siempre acompañadas por nosotras, por las que lo hemos sufrido, por las que lo seguimos sufriendo y por las que hemos tenido la suerte de librarnos, no os desaniméis, acompañaos las unas a las otras, todas somos víctimas del machismo, desde la más pequeña hasta la más anciana. La lucha continúa.