OPINIóN
Actualizado 20/11/2023 07:58:33
Jesús Garrote

Ha pasado una semana en la que sigue el genocidio de Gaza, invisten al presidente del gobierno de España, se celebran los grammys latinos y en la casa escuela hemos pretendido hacer un laboratorio de oportunidades y una asamblea de ideas sobre los niños de las fronteras.

Muchos de nuestros niños y niñas impresionan por su valor y su sensibilidad. En esta ocasión han sido Samara, Nabil, Azzedine y Marcos quienes han saltado a los periódicos como voces autorizadas de supervivencia y desigualdad.

La ternura y rebelión de Samara como chica gitana de Puente Ladrillo como buscadora de sí misma es lo que más me impresionó.

Nos hablaron desde Tijuana y desde Marruecos. La pedagogía del cuidado contrapuesta a la escuela bancaria discriminatoria. También Daniel Velázquez sueña con acompañar los sueños de los niños más vulnerables.

Celebramos la Convención de los derechos del niño firmada el 20 de noviembre de 1989. Denunciar que no se cumple es una obligación y seguir buscando soluciones desde donde estamos con ellos más.

Igual que sigue la crónica social y Rosalía canta magistralmente a una ruptura amorosa nosotros el viernes también acabamos en fiesta con nuestra escuela de canto y circo donde nos emocionaron con su arte.

Estoy harto de análisis y diagnósticos, creo que muchos tenemos claro lo que pasa en el mundo y no nos hacen falta más datos, estamos ultra informados. Seguiremos con un día a día con sentido pero sin más aspiraciones de querer cambiar el mundo. Me considero necio cuando pienso en grande. No es poco agradar el día del que tienes al lado.

Empiezo a no creer en las revoluciones. El precio de muertos es inadmisible. Conformarse con lo que tenemos por otra parte es una temeridad para una mayoría.

La frivolidad de nuestros políticos que sólo ven poltronas es desesperante. Las prioridades de la investidura o de la oposición son bajo mi punto de vista irrelevantes.

Nuestras banderas son los niños y las leyes no los están amparando. Cuánta resignación en las niñas de Marruecos, también en muchas de Santiago Uno que se ven sobrepasadas por los problemas familiares o por las presiones sociales.

Quiero creer en la educación y en lo que podemos aportarle pero mis convicciones se tambalean. Me queda mi fe en los jóvenes, ellos van a encontrar más soluciones mezclándose. Son una generación mejor que la nuestra y sigamos aplicando el humor.

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