El artista presenta su última obra, Astro, en la Librería Letras Corsarias este sábado a las 12:00 horas, un inusual álbum ilustrado lleno de sabiduría y emoción
Nos asomamos a un libro ilustrado con vocación de niños, y nos sorprendemos, primero por la arriesgada propuesta estética del lenguaje de Manuel Marsol, y después, porque la historia de su personaje aborda cuestiones tan vitales como la desaparición de quienes amamos, la pérdida, las preguntas sin respuestas y la voluntad de seguir el viaje. Un viaje que ahora trae al artista madrileño, que dejó una exitosa carrera en la publicidad para convertirse en uno de los ilustradores más originales de un mundo que no deja de crecer y que cuenta con editoriales tan cuidadas y especiales como Fulgencio Pimentel, que nos ofrece esta joya.
Charo Alonso: La librería Letras Corsarias siempre ha apostado por la excelencia en las visitas de ilustradores ¿Es la primera vez que vienes?
Manuel Marsol: No, estuve en otoño de 2018 durante las jornadas de Ilustrasal, como público en una presentación de una editorial que se realizó aquí. Además me compré un par de libros, aún lo recuerdo porque me encantaron: Las armas y las letras de Trapiello y No leer de Zambra.
Ch.A.: Hay un repunte de la ilustración, de la novela gráfica ¿Lo sientes así?
M.M.: Llevo diez años en la profesión y siempre he escuchado lo mismo. Lo que creo que hay es una gran patada hacia delante en el sector editorial, la gran burbuja que lleva a editar por encima de la capacidad de absorción de los lectores, que no somos tantos. Un sistema obsoleto de distribución y venta que debería reformularse más pronto que tarde. Pero a ver quién se atreve, o a ver a quién le interesa. A las distribuidoras no. A los autores desde luego que sí, empezando por el porcentaje de ventas, o por cuestiones tan básicas como el acceso al número de ejemplares vendidos de tu propia obra.
Ch.A.: Pero el público pide estos libros…
M.M.: Sí, más que repunte diría que es una constatación. Desde hace años ya no es un boom, es una realidad. Lo visual y lo gráfico tienen un peso mayor en las librerías. Muchas causas lo explican: la explosión de las redes sociales (se ven más imágenes e ilustraciones que nunca, hay un efecto contagio entre creadores y aficionados); lectores de los 70, 80 o 90 que crecieron con libros ilustrados (cómics, álbumes, etc) que siguen comprando para ellos y para sus hijos; democratización de las herramientas de producción de libros (todo el mundo puede editar desde casa) y de software de ilustración; aumento de la cultura del ocio y de formatos aparentemente más rápidos, ligeros o que entren por la vista en detrimento de las grandes novelas, etc, etc. Y luego está el sector concreto del álbum ilustrado, que ya hace unos cuantos años que experimentó un proceso de maduración y experimentación enormes, con estéticas, formas y propuestas a la vanguardia de la expresión artística contemporánea. Yo he visto ilustradores (artistas) con más talento, frescura, gracia y experimentación que muchos supuestos artistas plásticos que pasean sus obras por ARCO. El trabajo del ilustrador Jesús Cisneros es un buen ejemplo.
Ch.A.: En tu caso, dejaste el mundo de la publicidad por el de la ilustración… ¿Los premios te incentivaron, sentiste enseguida que eso era lo que verdaderamente querías hacer?
M.M.: No. Sentí que era lo que quería hacer cuando decidí dejar la publicidad para intentarlo en el mundo de la ilustración, y en particular, en el mundo del álbum ilustrado. Los premios al principio me dieron cierta visibilidad y confianza en que lo que hacía no sólo me gustaba a mí, a mis amigos o a mi madre. Y la certeza de que podría dedicarme a esto, al menos por un tiempo. Pero uno no deja una profesión donde le va bien así como así. Ya estaba convencido porque en la publicidad no podía hacer lo que llevaba dentro como hago ahora. No era el lugar, pero necesité probarlo para saberlo.
Ch.A.: El trabajo de esta editorial tan especial es cuidado, magnífico ¿Qué importancia tiene para un ilustrador la tarea editorial, la elección del material, la reproducción?
M.M.: Desde mi experiencia, Fulgencio Pimentel es excelente en todos los aspectos. La gente conoce la parte del libro perfectamente editado (diseñado, maquetado, traducido si es el caso, impreso…) que salta a la vista. Pero no suelen saber, y es importante saberlo, que también son los primeros en mandar las liquidaciones a sus autores, que son siempre transparentes y generosos en las condiciones, que ponen la relación con su autor y el hecho artístico por encima de cualquier cuestión práctica. En mi caso, podría haber aceptado ciertos encargos de otras editoriales (grandes y pequeñas) que tal vez controlaban mejor el mercado del álbum ilustrado infantil (y digo infantil con pinzas, porque para mí es para todos los públicos) por llevar más tiempo o estar exclusivamente enfocadas en él. Pero nunca habría podido hacer mi carrera (más lenta, sí, pero más personal y coherente) como la estoy haciendo gracias a Fulgencio Pimentel. En parte, porque no me habrían editado según qué cosas. Astro, sin ir más lejos, fue rechazado en etapas iniciales del proyecto por varias editoriales antes de yo conocer a los editores de Fulgencio Pimentel. En realidad, era bastante improbable que se editase un libro así: tan inclasificable (¿para niños, para adultos?), tan largo para los cánones del sector (caro de imprimir), con una estética tan poco convencional, con una cubierta arriesgada y extraña… por eso digo que de no existir esta editorial, Astro tampoco existiría. De hecho, estuvo años en un cajón hasta que el editor César Sánchez me obligó a sacarlo y retrabajarlo.
Ch.A.: Has ilustrado textos de otras personas, obras literarias clásicas ¿Dónde te sientes más cómodo? ¿Trabajas de forma estrecha con los autores de los textos?
M.M.: Intento separar entre el álbum ilustrado, donde suelo escribir o co-escribir los textos, y la novela ilustrada, donde es habitual trabajar con textos clásicos (cuyos derechos han expirado). Aunque en este último caso también trato de ser selectivo, con autores y obras incontestables, como es el caso de La Metamorfosis de Kafka o el Robinson Crusoe de Defoe. Respecto al álbum, entiendo que existe una gran diferencia entre aquellos escritos e ilustrados por la misma persona y aquellos que no. A mí me suelen interesar más los primeros, porque creo que una de las mayores fortalezas del álbum, que es el juego entre imagen y texto, se refuerza en la medida en que hay un control sobre ambos a la vez durante el proceso de creación. Esto no quiere decir que no haya álbumes fantásticos que han sido ilustrados por alguien a partir de un texto ajeno. Pero yo como creador necesito controlar ambos aspectos. Si no, es como estar con una mano atada. Hay hallazgos en el discurrir de las páginas que surgen por tener la posibilidad de borrar una línea, de dejar un silencio, de dar con la palabra exacta, de cambiar la posición de un texto o de una ilustración en la estructura del libro (como sucede en el montaje cinematográfico) etc. Por eso todos mis álbumes ilustrados salvo un par de excepciones (Mvsevm, con Javier Sáez Castán, y Un par de Ojos nuevos, con Ellen Duthie), han sido escritos por mí o co-escritos junto a Carmen Chica (El tiempo del Gigante y Yôkai, los dos en Fulgencio Pimentel), que es mi pareja y que para el caso es lo mismo por el grado de afinidad y confianza que tenemos, con líneas mías, líneas suyas y una concepción conjunta de qué se ve, qué se dice y qué no.
Ch.A.: Astro es enteramente tuyo. Una propuesta muy arriesgada tanto en la forma, aunque sigue esa tendencia tuya de los vacíos abigarrados, como en el fondo ¿Debemos hablarle a los niños de la muerte, de la desaparición de los seres queridos?
M.M.: Debemos si es eso lo que queremos. No es obligatorio, como tampoco debe estar prohibido intentarlo. La cuestión es cómo. Yo nunca concibo mis álbumes pensando solo en el público infantil. Lo que intento es que no haya un tratamiento que, por cuestiones como la violencia, el sexo o el mal gusto, no pueda ser también disfrutado por los más pequeños. ¿Qué les da un poco de miedo? Muy bien, que se abracen a sus padres, que les generen dudas y asombro y fascinación y ganas de más. ¿Que no lo entienden todo? Muy bien también, que les hagan más preguntas a sus padres.
Ch.A.: Completamente de acuerdo.
M.M.: “Es que los niños no lo van a entender” se escucha habitualmente ¿Entendí yo de pequeño todo en Centauros del Desierto como lo entiendo ahora? Pero… ¿me emocionó, me fascinó? Sí, siempre, hasta el día de hoy. Lo mismo me pasó con el cine de Miyazaki o con Billy Wilder y Con faldas y a lo loco. Privar a los niños de ciertas obras por miedo a que no las comprendan del todo es una pena y es absurdo. Además, ¿quién las comprende del todo? ¿Acaso entendemos los adultos verdaderamente el misterio de Moby Dick? ¿O de un poema de Emily Dickinson como el que se incluye al final de Astro?. El misterio es lo esencial del arte. Y este llega en forma de canción, de novela, de poema, de cuadro, de álbum ilustrado… Sé que las librerías necesitan colocar el libro en una sección, y quizás sea ese el único problema, un problema ajeno al contenido del libro. Porque yo no considero que haya hecho una obra para una edad determinada. Porque yo iba con mis padres al Museo del Prado de pequeño y me quedaba maravillado viendo El paso de la Laguna Estigia de Patinir, y quién puede decir que ese sea un cuadro para niños. Lo mismo digo con otras formas plásticas más arriesgadas o aparentemente menos accesibles para los niños, como los cuadros abstractos de López-Soldado, amigo de mi padre al que también dedico el libro, cuya obra dejó una gran huella en mí, notable en Astro.
Ch.A.: Esas preguntas absolutamente necesarias “¿De qué sirve estar vivos? ¿Qué hay al final de todas las cosas?”, ¡Es verdad que los mundos desaparecen y las preguntas quedan flotando para siempre!
M.M.: No sé si es la verdad, pero es una reflexión que suena verdadera. Hay frases que contienen algo de verdad aunque puedan expresar ideas totalmente opuestas. “Vísteme despacio que tengo prisa” contiene algo de verdad. Y “Quien no corre vuela”, siendo opuesta, también. Barajé la opción de que es el amor o los recuerdos los que quedan flotando para siempre. ¿Quién podría negarlo? En este caso, la voz del alienígena no sabe ni desde dónde ni desde cuándo nos habla, pero el caso es que nos habla, y se acuerda de su amigo Astro.
Ch.A.: La “lección”, si se puede hablar de lección en este libro, es el deseo de continuar. Pero las últimas páginas son un prodigio, pese a todo, queda el recuerdo en primerísimo plano.
M.M.: Sí, la idea era salir del libro con cierta esperanza y agradecimiento. Se habla del duelo, pero sobre todo se habla del recuerdo imborrable que alguien nos deja y que estará con nosotros hasta el final. También del legado, como el que a mí me dejó mi padre por su amor al arte, al cine, al fútbol y a sus seres queridos. Mi padre me descubrió un mundo que amaba. Y Astro mira ese planeta con el asombro del niño, que es el del poeta. Artistas de muchas épocas, de William Blake a Maurice Sendak, han insistido en ese estado de ensoñación y creatividad compartido por el poeta/artista y por el niño donde se logra la capacidad de poder mirar las cosas como si fuera la primera vez que lo hacemos.
Ch.A.: No es un libro “fácil” ¿Cómo lo definirías?
M.M.: Yo digo que es un libro que no está hecho para leer de corrido en el autobús. Exige una pausa, un recogimiento, como el niño que trastea en la orilla del mar y acaba viendo un planeta entre las rocas y las caracolas, como cuando uno pasea en soledad por un jardín y se permite dar rodeos, retroceder, mirar con detenimiento un insecto. Solo entonces aparecen las recompensas. He dicho en alguna ocasión que es como una mirada al cielo. La mirada profana, no la del astrónomo. El que se tumba en el césped una noche de verano y se pregunta cómo es posible que estemos aquí. Y se asuste sintiéndose tan minúsculo y tan grande al mismo tiempo, tan insignificante y tan privilegiado. Que sienta que no somos nada o que lo somos todo. Y se acuerde de quien no está, y se pregunte si anda por ahí, si flota a su lado o si simplemente es ahora un conjunto de átomos reorganizados en forma de huesos y polvo. Polvo de estrellas, en cualquier caso.
Ch.A.: ¿Encuentras las respuestas a las preguntas en las citas con las que cierras el libro?
M.M.: No, pero son una guía. Me sirvieron para no perder el foco. Cuando daba con ellas sentía que era de eso de lo que estaba hablando. Por eso pensé que tenían que estar. Darían luz al final del libro, lo redoblarían, permitirían leerlo con otra mirada. Por ejemplo, Stanislaw Lem en Solaris, que dice que en el espacio no buscamos nada salvo personas. Que no necesitamos otros mundos, que más bien necesitamos espejos. Astro también hace preguntas a estos seres de otro planeta buscando una explicación al dolor y a la muerte y se encuentra con que ellos son tan falibles e ignorantes acerca de las grandes cuestiones como él. Es como la escena de El Séptimo Sello de Bergman en que el caballero le pregunta a La Muerte si Dios existe y no sabe responderle. Porque su única certeza es su propia existencia. Es desolador para el hombre, pero es que hay cuestiones que siempre serán un misterio. Como el niño que piensa que sus padres podrán responderle todas las preguntas, o que cree que son seres infalibles y eternos.
Ch.A.: ¿Sentías que tú y sólo tú podías escribir este texto tan breve, tan conmovedor?
M.M.: No, ni mucho menos. Esto lo viene haciendo el ser humano de muchas formas distintas desde que pintaba en las cavernas, como hacen Astro y su amigo en el libro. Expresar el asombro ante el universo y el cosmos, el sentimiento de pérdida, el misterio de la existencia, las grandes preguntas metafísicas… lo hace Dickinson en su poema The going from a world we know y lo hace el malogrado guitarrista Chris Bell en los tristes pero reconfortantes versos de su canción I am the Cosmos, ambos citados al final del libro, y a los que yo me agarraba cuando pensaba que nunca sería capaz de acabarlo. Me decía, aquí hay alguien que a su manera sacó de dentro esto de lo que yo quiero hablar. Y yo busqué mi manera, con mis herramientas y mi pasado. También es justo reconocer la labor del editor César Sánchez corrigiendo, sugiriendo y aportando, con una sabiduría literaria poco habitual en la edición de álbum ilustrado.
Ch.A.: ¿Por dónde viaja ahora nuestro Astro?
M.M.: Si te refieres a la propia trama, quién sabe. Ni siquiera sabemos si está en el ahora, en un pasado ancestral o en un futuro remoto. El libro juega a ese despiste temporal y espacial. Respecto a al libro y la gira, después de Salamanca aterrizará en Santander el 17 y en Bilbao el 18. Después, 21 Sevilla, 22 Málaga y 23 Córdoba.
Ch.A.: Tu libro es una buena prueba de que no hay que edulcorarle las ilustraciones a un niño ¿Pecamos de ñoñería al concebir un álbum ilustrado para ellos? ¿O somos los padres los que nos enamoramos de estos libros tan bellos?
M.M.: Hay de todo, hay muchísima ñoñería pero también hay álbumes (menos) que no se acomplejan y no tienen necesidad de dulcificar su apariencia ni su contenido. Vuelvo a lo mismo de antes, para mí es un éxito que el libro pueda maravillar a gente de todas las edades. He recibido comentarios de padres emocionados al leerlo en soledad y con sus hijos. De niños atrapados en los recovecos y secretos del planeta, inquietados por el conflicto del protagonista o por un misterio que se les escapa. El deleite estético y literario es independiente de la edad. Es injusto privar a los niños de ciertas historias o de otras formas estéticas menos asimiladas por la cultura dominante.
Ch.A.: La tipografía tiene un papel muy especial en este libro ¿Cómo te decidiste por ella?
M.M.: Es una decisión conjunta con la editorial. Queríamos algo que fuese sutil, silencioso, que en ocasiones casi hay que descubrir como un rincón más de este planeta imaginario. Con un estilo cercano al universo de la ciencia ficción, incluso de los videojuegos y su composición a base de píxeles, es decir, diminutos cuadrados o puntos. Y de esta manera la tipografía tiene una capa de significado añadida, porque el libro insiste bastante en el tema de la composición del universo, en la idea del todo a partir de lo minúsculo.
Ch.A.: Es un libro de una hondura muy especial, y de una cualidad casi iniciática, es la sopa donde todo nace y donde el mundo parece aglomerarse en extrañas figuras… un libro diferente. Un libro muy especial.
M.M.: Desde luego que ahí está la idea de que toda la realidad es una gran mezcla de átomos reordenaos después de la gran explosión inicial. Lo mineral y lo orgánico convergen en seres que son montañas. La civilización, o más bien las ruinas, son también parte del paisaje y de los seres que lo habitan. Todo cabe en la palma de la mano: un planeta, una estrella, una vida. Y no termina de estar claro si estamos ante un paisaje físico o imaginado. Si Astro pasea por un lugar o por un recuerdo, si viaja al espacio exterior o al interior.
Por lo pronto, nuestro Astro, de la mano de Manuel Marsol, aterrizará el sábado 11 de noviembre, a las 11 de la mañana en la Librería Letras Corsarias. Todo un mundo entre las tapas del álbum ilustrado. Un mundo donde un universo cabe.