El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, se dirigió a la Princesa de Asturias, Doña Leonor Borbón Ortiz el día en el que juró la Constitución, expresó: lealtad, respeto y la afección del Gobierno. Menos de veinticuatro horas antes de la solemnidad del acto, el número tres del Partido Socialista, Santos Cerdán, se retrató con Carlos Puigdemont, un prófugo de la Justicia (huido en el maletero de un coche) por haber perpetrado la mayor afrenta contra nuestra Democracia.
¿Se me vino a la cabeza la palabra chusco (RAE: gracia, picardía, presumido, engreído…? Pongan el sinónimo que deseen, al estilo de Sánchez en la Jura de la Constitución de Dª Leonor, resultó: afectuoso y fanfarrón, aderezado de altivez chusca y arrogancia suprema.
Con esta medida, la amnistía, legitima la desobediencia al marco jurídico y el ejercicio de la violencia para conseguir los fines partidistas, además de dañar gravemente las instituciones. Pedro Sánchez, debería conocer los efectos del principio de acción-reacción. Si legitima el uso de la violencia, ¿Quién le asegura que esta violencia no se volverá contra su gobierno o contra el separatismo catalán? ¿Quién le dice que los ciudadanos no caeremos en la tentación de igualarnos a los secesionistas en la desobediencia a las leyes?
¿Qué pasaría si PP y Vox, ante el claro golpe de estado que está perpetrando Pedro Sánchez y sus secuaces, se encierran en el Congreso y Senado y llaman a los ciudadanos a la resistencia civil? ¿Y sí se organiza una huelga general política en defensa de la Constitución y la unidad de España?
Sánchez en su vida política jamás ganó unas elecciones. Entró por la gatera. Y se quedó como los felinos cuando vienen a descansar después de juergas nocturnas. No importa las leyes que quebrante o el salto a las rayas rojas… Lo que desea es seguir sacando partido al colchón que dejó Rajoy, y satisfacer sus podridas y chuscas ambiciones.