OPINIóN
Actualizado 02/11/2023 12:18:22
Fermín González

"¿En donde ve el pueblo español su principal peligro, el más eminente?. En el poder dejado por una tolerancia mal entendida" (Mariano Jóse de Larra)

“Todo comenzó hace casi cincuenta años. Acabada la pesadilla de la dictadura, España pensó que los monstruos habían desaparecido y que el paisaje ya no volvería a ser aterrador, pero, en lugar de despertar, continuó durmiendo y contemplando la vida a través de las legañas. El sueño, ahora más placentero, permitía percibir una libertad secuestrada durante cincuenta años y unos bolsillos más llenos que durante la posguerra. De este sueño agradable, España se negó a despertar por voluntad propia y ajena.

Tras más de una década Constitución, elecciones, amagos de golpe de estado, estatutos de autonomía, movida y mucho consumo de tranquimazín consumista, aparecieron las grandes burbujas de la Expo 92 y de las Olimpiadas de Barcelona con el parásito de la corrupción adosado. España se llenó de autovías, de aves, de villas olímpicas y de oropeles varios aptos para maquillar su pobreza con la ilusión y la esperanza de que el espejo no reflejase el ceniciento país que era.

El sueño de novísima riqueza que invadió a sus habitantes les hizo sentirse personas libres y dueñas de comprar sus destinos, aunque fuese a plazos. Se fortaleció el individualismo, el consumismo se hizo compulsivo, la corrupción se apoderó de la ética en la vida pública y en la privada y se disparó el consumo de coches, viviendas, productos accesorios y barbitúricos para mantener el sueño a cualquier precio. España ya era un país moderno poblado por gentes antiguas que creían haber alcanzado su propio sueño americano.

España, desde los años 90 ha sido un país excitado por los chispazos del sueño y la ilusión del no retorno como canción de cuna entonada por políticos, vendedores y financieros. A finales de los 90 se hinchó la burbuja tecnológica en el mundo y España no iba a ser menos debido a la adicción a las burbujas que ya manifestaba sus síntomas estructurales en una población civil, empresarial, financiera y política reticente a despertar. Las puntocom cotizaron en la bolsa y en la vida muy por encima de sus posibilidades, a pesar de lo cual se consumieron nuevas tecnologías a manos llenas.

El campanazo de la burbuja europeísta nos pilló en plena euforia onírica cuando las campanadas de nochevieja dieron paso nada menos que a un nuevo milenio y a una nueva moneda. España, ahora, había desterrado para siempre el carro tirado por bueyes y se había subido a la nave futurista de la Unión Europea construida con el euro como materia prima y casi única; la moneda única la hizo soñar con una riqueza y un poder adquisitivo redondeado al alza especulativa superior a sus posibilidades; y la ciudadanía europea recién adquirida tenía estampado el “tercera clase” al final de la letra pequeña que casi nadie lee. A pesar de todo, nadie se preocupó de poner en hora el despertador y España siguió durmiendo.

Y llegó la burbuja especulativa que la banca y las finanzas inflaron a nivel mundial en torno al ladrillo. Aznar, muy moderno él, liberalizó todo el suelo patrio como su aportación neoliberal a la global estafa que se estaba pergeñando en las altas esferas globales que diseñan el destino del mundo. Zapatero, presidente casual y navegador a favor de cualquier corriente, no se atrevió a pinchar esta burbuja por temor a que lo corrieran a gorrazos sus votantes y sus patrocinadores extraparlamentarios. El pinchazo de varios bancos americanos, con mención especial al de Luis De Guindos, trajo el derrumbe de todas las construcciones realizadas con naipes hipotecarios en lugar de ladrillos. Y aquí está España, con la última burbuja desinflada y despertada de su sueño.

Ahora, recién despertado bruscamente, el país contempla la realidad al pie de la cama sin comprender exactamente qué ha pasado, preguntándose dónde está y dudando de la imagen desmaquillada que atisba en el espejo cuando se mira. Y observa que, la nueva burbuja lúdico-mafiosa que sustituye el tranquimazin y otros barbitúricos por juego, dinero, sexo, drogas y trabajo sin derechos y casi sin sueldo… Y en estas estábamos, cuando apareció el “bicho” asesino, que nos pillo en pañales, nos descubrió el estado de hospitales y residencias para ancianos, la muerte por miles de personas se sucedía, otros se enriquecieron, de los políticos y su responsabilidad, ustedes los recordaran, se abstuvieron… vergüenza. -

La burbuja española se reinventa y vuelve con nuevos gases nocivos. Hasta que alguien la reviente por las buenas o por las malas. No cabe una burbuja más en las entrañas de un país que necesita soltar aire fétido y putrefacto con urgencia, como el resto de Europa.

España Necesita recuperar su genuino sabor sin burbujas, pero para ello debe despertar y expulsar del cuerpo a quienes le inyectan en vena el dióxido de carbono del consumo y los espejismos especuladores, con poco dinero en los bolsillos, y a punto de perder los derechos que a duras penas vamos conquistando” … Y, aquí lo dejo.

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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