En México, el Día de Muertos, el de la tradición y el de las películas, es hoy, 2 de noviembre; el 1, el Día de Todos los Santos, también es importante pero el mero día es hoy.
La calaca, la calavera, la calaverita, es una de las imágenes icónicas de México, ¿verdad? Seguro que alguna vez han visto las calaveritas de azúcar, o de chocolate. Seguro que alguna vez han pensado “qué raros son los mexicanos con eso de la muerte”. En España también se va a los cementerios, se adecentan las tumbas y se visita a los ausentes… Y se comen huesitos de los santos y buñuelos –se me está haciendo la boca agua, porque eso sí que lo extraño, para que vean−; en México, como ya saben porque es un tema recurrente, hoy es un día de fusión de tradiciones, porque nuestros muertitos, esos fieles difuntos, regresan. Y para eso se les pone su altarcito, su ofrenda; si no los han visto, les recomiendo que busquen fotos, les encantarán.
Y desde luego que es fusión de tradiciones… que se siguen creando… El multitudinario desfile que se celebra en la Ciudad de México se inició en el lejano año de… ¡2016!, por azares del destino… y de una película… Les gustó por acá, repitieron… Y ya es “tradición”. La inició, como dicen los memes, Jamesbondtecuhtli.
Volviendo a la tradición tradición, les cuento que el altar, la ofrenda, es un montaje más o menos elaborado presidido por una imagen del o los muertitos a quienes se quiere invitar/homenajear/recordar, elementos decorativos como el papel picado (papel de china [muy delgadito] recortado), flores de cempasúchil (una flor naranja que se asocia con este momento) y todo lo que, en vida, le gustaba a las y los conmemorados: su tequilita, sus guisaditos, su pan de muerto… Y ahí se queda, en el altar, para que llegue y pueda sentirse… ¿como en casa?, ¿como en vida? Vaya usted a saber.
Además del altar, otra hermosa tradición es la “calaverita poética”: un poema, jocoso, en el que se habla de que la muerte viene por la persona a la que se dedica el poema. Suena tétrico pero es una hermosa tradición, los periódicos se llenan de calaveritas, la gente escribe, se las regala a sus amigos.
O se las escribe a uno mismo
El charro de dos orillas
se tropezó con la Parca
que ni lo vio.
Claro, estaba tan delgado...
Mejor me espero a que engorde,
pensó entonces la Calaca;
así como está, en los huesos,
ni chicha... ni limonada...
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