Al hilo de la conferencia del pasado jueves de Carlos Sà sobre la muerte de Miguel de Unamuno, en su Casa-Museo, con la sala abarrotada de público, surgen estas reflexiones generales sobre cómo un pasado que no está suficientemente resuelto, tanto en los individuos como en las masas, impide a los individuos y los pueblos tener y/o sentir un presente desvinculado de esos conflictos.
En este momento de la Humanidad, lleno de trágicas situaciones bélicas, en las que no se ve nada claro el futuro de las mismas, si hacemos un repaso al pasado de cada una de ellas ( el conflicto palestino/israelí, el de Rusia/ Ucrania, el de Siria, el interno del Ecuador o Chile, etc.etc.) percibimos que su situación presente conflictiva está determinada por sus conflictos pasados, más o menos cercanos.
Muy distinto en la gran distancia de tiempo que nos separa, la muerte de Unamuno y el nivel de tensión ( mínima comparada con los conflictos anteriores citados) que aún crea, el mecanismo psíquico básico es similar: un suceso, en un contexto de enfrentamiento nacional, hace 87 años, que sigue sin poder ser explicado sin dudas, sobre si Unamuno murió de muerte natural o murió violentamente. Esta incógnita ha permanecido latente este casi siglo que nos separa de los hechos, y esta duda no deja que la pregunta se diluya definitivamente. ¿Cuántas horas de pensamientos, cuántas conferencias sobre el tema, cuántos días han pasado la mayoría de asistentes a la conferencia del jueves, ocupados parcialmente por esta muerte?, me preguntaba a la salida de la conferencia el pasado jueves.
Es un proceso de duelo colectivo, estancado entre esas dudas sobre su final, que parecen impedir que la paz se adueñe del pasado y que los salmantinos pongan sus afectos unamunianos solo en aquellos aspectos literarios, filosóficos, docentes, que siguen presentes y con larga vida futura.
Un proceso, en esencia, el mismo que necesita cualquier proceso de duelo por la pérdida de una persona querida: recordarlo en y por las obras buenas que realizó y dejó, en lugar de enfocar la atención primordialmente en la pregunta de qué pasó en las últimas horas de su vida.
La conferencia ( y el libro) de Carlos Sá es una ocasión propicia para sepultar un tema que no tiene posibilidad de más aclaraciones y culpabilidades y cuyo aspecto obsesivo consume energías baldías, que podrían ser destinadas a conocer y ensalzar más todo lo enriquecedor que posee su obra, tarea que es la que tiende a hacer la salmantina Asociación de Amigos de Unamuno.
Lo complejo de la historia y el legado de la vida de Unamuno en Salamanca es que posee, juntas, las dos dimensiones: la individual de cada unamuniano y la colectiva de la ciudad donde trabajó y vivió. Y en ambas se debe dar esa especie de decisión de no volver más la mirada o curiosidad a esas últimas horas de un gran pensador, un excelente académico, un literato profundo, que, además, tuvo, como todos los mortales, sus dudas sobre aspectos de la complejidad de la vida y de la muerte.