Feijóo, desde que obtuvo el enorme fracaso de su malograda investidura como presidente del gobierno, no hace más que deambular como alma en pena entre el purgatorio y el infierno, vomitando odio contra las negociaciones que ha iniciado Pedro Sánchez para garantizar, una vez más, su investidura como presidente del gobierno para la legislatura que se ha iniciado después de las elecciones generales del 23J. Es más, no está dispuesto a pisar su orgullo y su deseo es torpedear constantemente cualquier iniciativa política y de gestión del gobierno en funciones. Su incapacidad política se pone de manifiesto en situaciones que resultan hilarantes, puesto que es capaz de defender una cosa y la contraria sin que se le mueva una ceja. Unas veces alienta la rebelión contra el gobierno en manifestaciones en la calle en las que se lee “Puigdemont al paredón” o “Puigdemont a prisión” y otras veces, califica a éste de “persona sensata que no engaña”. Y todo porque está actuando como un guiñol al servicio de los intereses de los sectores más ultras y radicales del PP, porque si no actúa así, será fulminado como lo fue Casado.
Pero no es solo Feijóo quien está disparando con cañones de ignominia al gobierno; Ayuso, desde Madrid, trata de considerarlos inferiores genéticamente. Nunca se ha visto al máximo responsable de una Comunidad Autónoma trabajar tan poco por los intereses de los ciudadanos de su región, utilizando, incluso, las instituciones regionales para censurar vilmente al gobierno, en especial a su presidente. Y lo hace siempre, con gesto de rabia y los ojos desencajados de su órbita ocular. Mientras censura a Sánchez, nos enteramos que mas de 7.200 ancianos, con movilidad reducida y deterioros cognitivos, murieron sin atención médica durante la pandemia en residencias de Madrid porque un protocolo prohibió llevarlos a un hospital. También nos hemos enterado que la Comunidad de Madrid ha contratado profesores sin darles de alta en Seguridad Social. Por su parte, sus declaraciones sobre la emigración rayan la imbecilidad política más sangrante, calificando el traslado de grupos de personas migrantes llegadas a Canarias hasta la región con expresiones claramente racistas y xenófobas porque esto lo ha relacionado con la “seguridad nacional”, ha vinculado la inmigración con la delincuencia. El ministro Escrivá ha calificado de “xenófobas” y “detestables” esas declaraciones de Ayuso.
Y mientras todo esto ocurre, la Audiencia Nacional congela 1,4 millones de euros de las cuentas del PP por finanzas judiciales vinculadas a los casos de corrupción de Gürtel. Es patético que la justicia tenga que actuar con el PP como lo hace con las organizaciones criminales. ¿Qué dice de todo esto Feijóo?, ¿por qué en lugar de ir a Bruselas a desacreditar al gobierno español –y luego alardea de patriotismo-, no intenta resolver el desaguisado corrupto que está incardinado en el PP, como Gürtel o Kitchen, este último, pendiente de sustanciar judicialmente y que sentará en el banquillo a la cúpula del Ministerio del Interior del gobierno de M. Rajoy?
Y no hablemos de otros líderes territoriales que alimentan el racismo y la xenofobia como un concejal de Torrox (Málaga) que ha manifestado en una emisora de radio que no sabe si los migrantes “van a robar un coche” y menciona que para su control se les pudiera poner una “marca como a los animales”. También ha llegado a decir que están contagiando el tifus a la población. Es de una miseria moral insuperable que se criminalice a los migrantes que vienen huyendo en patera del hambre y las guerras que sufren en sus países de origen. Es un atentado grave a los derechos humanos de estas personas que, recordemos y como reconoce el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
El lamentable comportamiento de los líderes de la derecha y la ultraderecha española más cavernaria de la historia, hunde sus raíces en la impotencia y en la incapacidad que sienten porque no han podido formar gobierno al no apoyarles ninguna otra formación política. Y eso es lo que no puede soportar Feijóo, un político acostumbrado a gobernar “a pierna suelta” en Galicia y cuya decencia política ha descarrilado estrepitosamente. Además, sabe perfectamente que si no consigue gobernar a corto plazo, le decapitarán públicamente en la sede de Génova como hicieron con Pablo Casado.