Inocentes, son quienes pagan siempre en todas las guerras, también en la que desde hace unos días se está librando en la Franja de Gaza entre Hamás e Israel. Es difícil decir nada en este asunto sin que sea motivo de opinión o discusiones, pero la responsabilidad ante el drama humano no te permite estar ausente o quedarte al margen de tales atrocidades. Tampoco es para acercarte al tema con simpleza, ni con tanta frivolidad con la que suelen hacerlo determinados políticos, líderes de opinión, medios de comunicación, redes sociales o algunos tuiteros.
Gran parte de las opiniones y del debate existente consiste en afirmaciones contundentes, sin más. Pero el conflicto árabe-israelí viene de lejos y requiere de mucho estudio, lectura y memoria, para entenderlo. Aquí vamos a tratar de abordarlo con nuestros humildes conocimientos y sin perjuicio de que haya otras muchas opiniones o visiones más o menos interesadas. Aunque, aviso al lector, el tema es complejo y es imposible dar cuenta completa de su historia y de la situación.
Los actores principales de este episodio de guerra, y digo episodio porque es uno más, con sus lamentables características, de los varios que se vienen sucediendo en los últimos 75 años en Oriente Próximo, entre dos grupos humanos que parecen irreconciliables: israelitas y palestinos. Episodio iniciado por sorpresa con un ataque brutal y totalmente reprochable a cargo de Hamás, un grupo considerado por Occidente como terrorista, contra la población israelí en territorio de Israel, un Estado democrático que lucha por su supervivencia. Los perdedores, siempre, la población civil inocente.
Pero, ¿quién y qué es Hamás? Es una rama de los Hermanos Musulmanes (aunque luego se desligó de ellos), creada por la Hermandad en Gaza en los inicios del primer levantamiento palestino contra Israel en 1987. Es una organización islamista dotada de una rama política y otra militar, que cree en la resistencia armada contra la ocupación israelí. También es uno de los dos partidos políticos principales de Palestina. En 2006 ganó las elecciones de Cisjordania y Gaza con un 44% de los votos, frente al otro gran partido palestino, Al Fatah, que obtuvo el 41%.
Aquellas fueron las segundas y últimas elecciones democráticas palestinas, desde entonces no ha habido más elecciones parlamentarias. El líder de Hamás de entonces, Ismail Haniyeh, fue elegido primer ministro de la Autoridad Palestina, pero las presiones internacionales, las sanciones y el detonante del secuestro de un militar israelí por militantes del grupo, acabaron con la caída del Gobierno y abrió un enfrentamiento armado con Al Fatah. De este enfrentamiento interno salió victorioso Hamás, tomando el control de Gaza, que gobierna desde entonces con mano dura y bajo un severo bloqueo israelí. Aquel enfrentamiento entre ambos partidos supuso la ruptura con la Autoridad Palestina de Cisjordania y la presidencia de Mahmud Abás. Hamás tiene el apoyo político de Oriente Medio y especialmente de Irán, de donde recibe recursos militares y financieros.
La conocida como Franja de Gaza es un territorio palestino de 41 kilómetros de largo y de entre 6 y 12 kilómetros de ancho, con unos 400 kilómetros cuadrados (similar a la isla de la Gomera y más pequeña que Andorra), situada entre Israel y el mar Mediterráneo. Tiene en torno a dos millones trescientos mil habitantes, lo que le convierte en una de las zonas con mayor densidad de población en el mundo. Fue ocupada por Israel durante la guerra de 1967. Tras los Acuerdos de Oslo de 1993 por los que se creó la Autoridad Palestina, Israel se retiró de la zona, desmantelando en 2005 los últimos asentamientos judíos y desplazando a los 9.000 israelíes residentes. Como respuesta a la toma de poder de Hamás, en 2007 Israel anunció el bloqueo por tierra, mar y aire, sobre la Franja de Gaza, rodeándola con un muro y alambradas fuertemente vigiladas por cámaras.
La población gazatí no puede salir ni entrar libremente de Gaza, tampoco los bienes y servicios necesarios pueden hacerlo. El relator especial de la ONU para Palestina ya denunció en el 2020 que el bloqueo de Gaza representaba un castigo colectivo, constituyendo un crimen de guerra, ya que, “Aunque la justificación de Israel para imponer el bloqueo a Gaza es contener a Hamás y garantizar la seguridad de Israel, el impacto real ha sido la destrucción de la economía de Gaza, causando un sufrimiento inconmensurable a sus dos millones de habitantes”. Desde hace 16 años, los gazatíes viven hacinados en un territorio en el que académicos, varias ONG y hasta la actual relatora especial de la ONU en la zona, han calificado como una “prisión al aire libre”.
Antes de este episodio de guerra que estamos viviendo, el 62% de la población gazatí vivía en la indigencia, necesitando asistencia alimentaria. En el 2021 los cortes de electricidad eran de una media de 11 horas diarias; el desempleo era del 46% y el 78% del agua corriente no era apta para el consumo humano. El bloqueo ha ido evolucionando a lo largo de los años e Israel ha ido endureciendo el asedio en función de la situación política. Tras el brutal ataque el pasado día siete por Hamás empeorarán todos los indicadores. El propio ministro de Defensa israelí ha asegurado que “No habrá electricidad, ni comida, ni combustible, ni agua. Todo está cerrado”, ya se están dando esas circunstancias.
El asunto de la convivencia entre palestinos y judíos en una misma tierra, Palestina, viene de muy lejos, de miles de años. Para ceñirnos al espacio limitado en este artículo, tomaremos en consideración la Palestina moderna, esa que se consideró en el Plan de Partición de las Naciones Unidas para Palestina, que incluía una propuesta de la ONU en la que se recomendaba una partición del territorio al final del Mandato Británico en la zona. El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU adoptó el Plan como Resolución 181, en la que recomendaba la creación de dos Estados independientes, árabe y judío y un Régimen Internacional Especial para la ciudad de Jerusalén. El Plan pretendía abordar los objetivos y reclamaciones de los dos movimientos en competencia: el nacionalismo palestino y el nacionalismo judío o Sionismo.
Dicho Plan fue aceptado por la Agencia Judía para Palestina, pero no por los líderes y gobiernos árabes que rechazaban cualquier forma de división territorial, argumentando que violaba los principios de autodeterminación nacional contemplados en la Carta de la ONU por los que se otorgaba a las personas el derecho a decidir su propio destino. El Plan había de ser ejecutado como máximo el 1 de octubre de 1948, pero inmediatamente después de la adopción de la Resolución por la Asamblea General, estalló una guerra civil entre ambos movimientos y el Plan no se llevó a cabo.
El contenido del Plan de Partición es elocuente. La tierra contemplada para el futuro Estado árabe asignado a los palestinos incluía solo el 43% de la Palestina antigua y lo repartida en tres zonas desconectadas entre sí. Por su parte, el futuro Estado hebreo asignado a los judíos, iba a recibir el 56% de la Palestina antigua, cuando, hasta ese momento, los judíos solo poseían alrededor del 7% de la tierra y constituían únicamente un tercio de la población, argumentando que era en previsión de los miles de judíos que llegarían por la inmigración. Además, las tierras asignadas al Estado judío sí tenían comunicación directa entre ellas e incluían tres llanuras fértiles y el acceso exclusivo al Mar de Galilea, recurso fundamental para su suministro de agua, así como acceso al Mar Rojo, de importancia económica. Juzgue usted mismo, estimado lector.
El 14 de mayo de 1948, el sionista David Ben-Gurión declaró, unilateralmente, la independencia del nuevo Estado de Israel. Por su parte, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) proclamó el Estado de Palestina el 15 de noviembre de 1988 en Argel (Argelia) La declaración de independencia palestina fue rápidamente reconocida y en julio de 2019, 139 países de los 193 estados miembro de las Naciones Unidas (el 72,02%) la reconocen como Estado. El 29 de noviembre de 2012 se reconoció a Palestina como Estado observador no miembro de las Naciones Unidas. Pero Israel no reconoce todavía a Palestina como un Estado y mantiene el control militar de facto en todos los territorios de aquella.
A la guerra civil inicial de 1948 entre árabes y judíos le fueron sucediendo otros conflictos armados entre ambos movimientos que, por lo general, siempre se fueron saldando con nuevas ocupaciones de tierras por parte de los judíos en detrimento de los palestinos expulsados de sus propias tierras. Lo que está sucediendo ahora en Oriente Próximo es consecuencia de aquel intento injusto de participación y de las sucesivas ocupaciones con asentamientos judíos impuestos por la fuerza a los palestinos, entre los que están no solo los musulmanes, también muchos palestinos cristianos como George Habash, cofundador del Frente Popular de la Liberación de Palestina.
Los intentos de la comunidad internacional por el establecimiento de la paz en Oriente Próximo han sido un fracaso continuo. Se inició el proceso de paz en Madrid en 1991, seguido de los Acuerdos de Oslo, para haberse completado en 1999 con la retirada de Israel de los territorios palestinos ocupados y la permisión de la creación de un Estado Palestino independiente. Pero parece que esa no es la voluntad real de Israel, Isaac Rabín, el único primer ministro israelí, laborista, que apostó por la vía de la paz, buscando una salida política al conflicto con los palestinos, fue asesinado, con él murió la paz en Oriente Próximo. Toda la estrategia de Israel parece enfocada a la expulsión de los palestinos, que estos olviden la idea de tener un Estado propio en la antigua Palestina.
Israel es un Estado que tiene todo el derecho a defenderse, y también tiene el deber de proteger a sus ciudadanos, cosa esta última que parece no haya sido la prioridad de Benjamín Netanyahu y su gobierno, más preocupado en los últimos tiempos por resolver sus luchas internas para mantenerse en el poder. Israel no ha visto venir o no les han dado la suficiente importancia a los posibles movimientos de Hamás durante la organización de tan mortífero y repugnante ataque. Ha fallado el servicio de inteligencia del Mossad y la inteligencia de la defensa militar israelíes.
El salvaje ataque de Hamás es la mayor humillación recibida por Israel desde su fundación en 1948. Pero, para defenderse del grupo terrorista no puede ser por medio de una venganza ni un castigo colectivo a la población civil. Como Estado democrático que es, Israel debe respetar el derecho internacional y los derechos humanos. Sería un error entrar en la dinámica del ojo por ojo y diente por diente, llevando a cabo una masacre mayor de la provocada por los terroristas. Cuando se escriben estas líneas y según las informaciones, Israel ya ha lanzado más de 6.000 bombas sobre la Franja de Gaza, donde hay más de 300.000 refugiados internos y ha dado un ultimátum de evacuación de la población civil en 24 horas, imposible de llevarse a cabo, dado el estado de destrucción como consecuencia de los bombardeos que ya han destruido barrios enteros. Las cifras de muertos de uno y otro bando cambian cada momento, por eso no damos ninguna.
Está claro que en esta barbarie a Hamás la para Israel por su superioridad bélica y organizativa, pero ¿quién frena a Israel? El ataque terrorista de Hamás ha abierto una nueva página en la historia y la posible escalada del conflicto tendrá repercusiones mundiales en la economía y la geopolítica. Por eso, la comunidad internacional tiene la obligación de implicarse y buscar una salida, más allá de la guerra, a una cuestión como esta que afecta a los derechos humanos y trasciende las fronteras de dónde se produce. El conflicto palestino-israelí no está resuelto, ambos pueblos deben disponer de su libertad y de sus derechos legítimos a vivir en paz y seguros en su propia tierra.
Escuchemos a Antonio Flores en No Dudaría:
https://www.youtube.com/watch?v=F_xbfIgWMHU
Aguadero@acta.es
© Francisco Aguadero Fernández, 13 de octubre de 2023