En las Olimpiadas de Roma en 1960, Vilma Rudolf, una joven negra norteamericana, tuvo un impresionante arranque en la carrera. Tenía entonces apenas veinte años y corrió los 100 metros en once segundos, pulverizando el récord mundial femenino. Esto es historia sabida -quizá no para muchos jóvenes- y no debiera admirar a nadie. Pero lo que me sorprendió en su carrera -y ello es poco conocido- fue saber que Vilma había padecido antes una seria enfermedad y había quedado paralítica.
Aquella niña que durante dos años tuvo que usar una silla de ruedas y muletas durante cinco, sólo pensaba y quería una cosa: ser como las otras niñas. Y se esforzó tanto, en durísimas sesiones de recuperación, que consiguió no sólo correr como las otras, sino convertirse en Roma en la quinta mujer en la historia que llegaba a ganar los 100 y los 200 metros consecutivamente. Cada día se armaba de paciencia para la lucha diaria que la llevaría a conseguir ese milagro que nadie pensaría que iba a lograr.
Santa Teresa nos habla de la determinada determinación para el orante. El alma que comienza a caminar con determinación tiene andado gran parte del camino” (V 11,13). Y Dios ayuda al que por él se determina a dejarlo todo (C 1, 2). “No quiere más Dios de nuestra parte sino ver nuestra determinación para hacerlo todo de la suya” (F 28,19). Él no fuerza nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo” (C 28,12).
La determinación se necesita no sólo para comenzar, sino para perseverar en la oración. La oración exige perseverancia. No es una meta, es un camino diario que se anda tras el rastro y rostro de Dios. La perseverancia necesita del esfuerzo de una “determinada determinación”, ya que Dios es amigo de ánimas animosas. La oración exige la perseverancia para estar muchas veces y a solas con el Amigo, aunque el verdadero amante en todas partes ama, “pues recia cosa sería que sólo en los rincones pudiésemos traer oración” (F 5, 16). Su éxito no depende de los tiempos y lugares, aunque necesite de éstos.
Y mucho ánimo hay que tener para no desfallecer en el camino emprendido, pues el ser humano se cansa enseguida cuando no ve los frutos inmediatos. Dios responde siempre, pero no inmediatamente y no como esperamos. A veces se tarda, y las más de las veces nos desconcierta con su respuesta.
Determinada determinación se necesita para empezar, seguir y perseverar en el camino de oración y de la vida. Para comenzar un camino serio de oración Santa Teresa pone como esencial el arrancar con grandes ánimos, “una determinada determinación,” que tiene que ser radical (V 2,1-4), irrevocable (C 20,2), perseverante (2M 1,5). Solamente con esta decisión se podrá caminar en caridad, humildad y desasimiento, para conseguir la libertad que es donación total.
El día 15 celebraremos la solemnidad de santa Teresa de Jesús, pidamos a Dios que nos conceda la determinada determinación de santa Teresa.