La derecha y la ultra derecha no dejan de lamerse las heridas por no haber conseguido Feijóo la investidura como presidente del gobierno. Lo hacen utilizando todos los recursos que tienen a su alcance. Unas veces insultando a sus adversarios, otras manipulando y engañando a la opinión pública y últimamente incitando a la rebelión ciudadana para que agite las calles hasta la extenuación –ya lo ha dicho el coordinador del PP, Elías Bendodo, que la calle es de ellos, también lo decía Fraga-, porque el único objetivo de la derecha y la ultra derecha es llegar al poder como sea, sin importarles los medios utilizados para conseguirlo e imponer su criterio de forma autoritaria, sin negociar, sin consensuar, sin tener en cuenta a las minorías ni a los que piensan diferente. Ya se vio en algunas pancartas de la manifestación de Barcelona del pasado domingo –con menos afluencia de la que esperaban los organizadores- en las que se reclamaba la ilegalización de las formaciones políticas independentistas -que también prevé VOX en su programa electoral y que lo harán en cuanto puedan gobernar junto al PP-; algo que sí, eso sí, es abiertamente inconstitucional y no otras políticas, como una ley de amnistía; medida del derecho de gracia, siempre polémica, pero que si lleva una adecuada exposición de motivos y es eficaz para garantizar la convivencia y olvidar momentos políticos y sociales convulsos, puede respetar perfectamente el ordenamiento jurídico.
La derecha está, además, muy nerviosa, porque sabe que, si con Sánchez de presidente se resuelve el problema catalán, perderán todos los argumentos políticos que sustentan sus aspiraciones de acceso al gobierno del Estado. De ahí que sus líderes hagan declaraciones incendiarias, incluso sus políticos más moderados, como Borja Samper, que ha llegado a acusar a la izquierda del PSOE y SUMAR de no condenar los ataques de Hamás a Israel; algo que no es cierto. También lo hizo Feijóo en la rueda de prensa que ofreció después de entrevistarse con el presidente del gobierno en funciones con motivo de las rondas para la hipotética investidura de éste. Los ataques de Hamás en la madrugada del sábado a Israel, son condenables, por supuesto, y las matanzas de niños, horrible; pero también lo es la respuesta desproporcionada de Israel hacia el pueblo palestino, a quién tiene asfixiado por completo en la franja de Gaza. Es inconcebible que Israel les corte el agua, la luz, el gas a las familias palestinas, a toda la población: niños, jóvenes, adultos y ancianos, que les impidan comerciar y desarrollar su propia vida y destino. Y esto Israel lo hace de forma sistemática en el tiempo. Eso también es condenable, por supuesto.
Las acusaciones infames que la derecha realiza dolosa y sistemáticamente hacia la izquierda para vincularles con Hamás, el terrorismo islámico y otros grupos terroristas no son nuevas. Son la manifestación de un comportamiento desesperado y rastrero. Ya lo hicieron con ETA y los gobiernos de Zapatero y lo seguirán haciendo. A pesar de que incluso víctimas del terrorismo de ETA, como Consuelo Ordoñez, recriminen al PP que no todo vale, que es lamentable que sigan aclamando el que “te vote Txapote”, lo han vuelto a hacer en la manifestación de Barcelona del pasado domingo y en los actos de la festividad del 12 de octubre en Madrid -¡Qué vergüenza! y PP y VOX son los únicos responsables, porque han incitado a ello desde hace meses-. Y la que más se afana en estas acusaciones no es alguien que representa al pueblo español en el Parlamento, sino la señora Ayuso, presidenta de una comunidad de cuyos problemas no habla nunca en comparecencias públicas, en lugar de hablar de las condiciones de vida de los asentamientos de la Cañada Real, gente que vive sin electricidad, hacinados y en condiciones deplorables, de los ancianos que dejaron morir de forma indigna en las residencias de la comunidad, de la precaria situación de la sanidad pública en la región o de la negativa a conceder becas para comedor a las madres solteras de la comunidad.
Otro ejemplo de la progresiva desintegración de la derecha política en su ataque furibundo hacia el gobierno de Sánchez, lo ha protagonizado Elías Bendodo, que ahora parece ser amigo de quienes generan altercados y ataques a los ciudadanos, al justificar el acoso de Lucas Burgueño al diputado del PSOE de Valladolid, Óscar Puente, en el tren AVE cuando éste viajaba a Madrid a la última sesión de la investidura fallida de Feijóo. Lucas Burgueño, presunto delincuente, ha sido detenido recientemente por la policía en Valladolid debido a la presunta comisión de delitos de allanamiento de morada y coacciones, puesto que, al parecer, discutió con una amiga de su pareja sentimental que comparte con ésta piso. La amiga de su pareja se refugió en su habitación y Burgueño entró por la fuerza en la misma, con malos modales, agresivo y tirando varios objetos. Ya sabemos también que este ciudadano había sido detenido días antes del incidente del AVE, por agredir a dos policías. Para Bendodo la actitud de este caballero sólo fue una crítica política hacia Óscar Puente, que se puede incluir en la libertad de expresión reconocida en la Carta Magna. Bendodo, como otros dirigentes del PP, están tensando tanto la cuerda en instigar a los ciudadanos en la rebelión contra el gobierno, que una simpatizante popular en uno de los últimos actos del PP en el que ha participado, en Málaga, gritó ¡viva España una, grande y libre! ¿Recuerdan los lectores la procedencia de estas proclamas?