OPINIóN
Actualizado 10/10/2023 07:56:38
Francisco Delgado

Los traumáticos acontecimientos catastróficos que estamos viviendo en los últimos años, cada vez más intensos y frecuentes, están dando lugar a que una parte significativa de la población mundial esté obsesionada y temerosa de que la humanidad estaría viviendo la última etapa de su existencia: los últimos terremotos devastadores de vidas humanas y construcciones civiles ( Turquía, Siria, Marruecos), los numerosos y nuevos conflictos bélicos(Ucrania, Acerbayán, Oriente Medio…) los gigantescos y destructivos incendios ( en Hawai, en Canadá, en California), las inundaciones ( Grecia, España, China), las olas de calor cada vez más largas y frecuentes por todo el planeta, los ríos contaminados, las aguas de los océanos con altas temperaturas y con basura humana contaminante, la pandemia de Covid-19 que han sufrido todos los países, forman una larga lista de realidades, base para la aparición de estos temores a un final de los tiempos.

Si a esta larga lista de catástrofes ambientales le sumamos los datos científicos provenientes del análisis de la situación actual del planeta y de los riesgos que se prevén en el medio ambiente, a corto, medio y largo plazo, no es de extrañar las palabras que pronunció el actual Secretario General de la ONU, Sr.António Guterres, hace unas semanas: “Hemos abierto las puertas del infierno”.

Estas palabras, esta frase metafórica, unida a los fenómenos atmosféricos y bélicos que acabamos de nombrar, conducen a la asociación de estas realidades al texto bíblico del Apocalipsis con sus profecías sobre el final de los tiempos y los símbólicos cuatro jinetes, que serían la metáfora de las guerras, el hambre, las privaciones, las epidemias que se ciernen sobre la tierra y la especie humana.

Lo que nos llama más la atención de este inquietante panorama, es la insólita respuesta que está dando la humanidad y las instituciones económicas y políticas más poderosas para prevenir o defendernos de esta negativa situación ambiental: una respuesta tan débil y tan poco unitaria que se diría que al ser humano actual le resulta difícil, casi imposible, dar un carácter de realidad a lo que estamos ya viendo y sufriendo. Traducida esta respuesta a los mecanismos psíquicos de defensa del ser humano a lo largo de su vida, vemos que los que ahora predominan en el ser humano al enfrentarse a estas realidades portadoras de graves peligros son los mecanismos más primitivos, los que utilizan los niños pequeños frente a algo que les asusta: la negación de la existencia de lo que están viendo y el mecanismo de la huída a través de las fantasías de omnipotencia ( un yo de un imaginario “Superman” invencible y todopoderoso) o un síndrome de hiperactividad, concretado en forma de movimientos y costumbres festivas, ruidosas y continuas, que solo parcialmente pueden acallar el temor reprimido.

¿Hasta cuándo nos dejaremos llevar por el temor ante estos peligros ya presentes?¿Cuándo será mayoritaria la respuesta de los gobiernos de las naciones, que pongan la razón de la supervivencia de la especie humana y el planeta tierra en la esencia de sus leyes y decisiones?

El Secretario General de la ONU no ha querido meter miedo a nadie; ha puesto en palabras, como es su obligación, el peligro inminente en el que nos hayamos todos.

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