Los discursos de Feijóo –sin límite de tiempo- durante las sesiones de investidura, rechazada por 178 votos frente a los 172 a favor(177-172 en la segunda votación por un error en el voto emitido por un diputado de Junts, que fue declarado nulo por la mesa de la Cámara), han estado cargados de falsedades y veladas descalificaciones e insultos hacia los líderes de las formaciones políticas que han intervenido; con la excepción de su propio partido, el PP, VOX, UPN y Coalición Canaria; aunque, en la práctica, los apoyos de UPN y CC son mínimos (1 diputado por cada formación, teniendo en cuenta que UPN es una sucursal del PP en Navarra y CC está gobernando con el PP en Canarias, a pesar de no haber ganado las elecciones). Lo que queda de manifiesto, por tanto, es la soledad de un PP, que va de la mano de VOX prácticamente en exclusiva, no sólo a nivel nacional sino en muchas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos de España.
El programa de gobierno que ha desplegado Feijóo para buscar la confianza de la Cámara ha desvelado algunas promesas –como las subidas en el SMI y en las pensiones- que, por otra parte, no ha apoyado el PP cuando el gobierno de Pedro Sánchez las ha llevado al Parlamento. Estos incrementos y las políticas a las que el PP y VOX dieron la espalda –como la reforma laboral- se aprobaron siempre con el voto en contra del PP, tanto el de Casado como el de Feijóo, porque, en definitiva, son lo mismo y dirigidos en la sombra, como marionetas, por los auténticos dirigentes ultra conservadores: Aznar, Ayuso o Esperanza Aguirre. La única diferencia que separa a Casado de Feijóo es la experiencia política de éste último, fraguada, eso sí, con un halo de oscurantismo, misterio y zorrería política.
Nunca nos ha explicado el dirigente gallego cuál fue su auténtica relación con el narcotraficante Marcial Dorado y debió haberlo hecho. Si a esto le unimos que en una sociedad como buena parte de la española -donde las estructuras caciquiles han funcionado a pleno rendimiento durante los últimos siglos- que asume la corrupción y la deshonestidad como algo inherente al poder y que avala los dichos populares consolidados de “yo también lo haría si estuviera en el poder”, el caldo de cultivo está servido. El mismo Feijóo ha consolidado este carácter nacional cuando ha manifestado reiteradamente que después de publicarse las “fotos de la vergüenza con ese narcotraficante”, ha obtenido varias mayorías absolutas o cuando ante las preguntas del periodista Jordi Évole en un programa televisivo, hace años, al mencionarle al narcotraficante y a pesar de hablar de estas corruptelas de los narcos gallegos en el famoso libro “Fariña” y preguntarle por Marcial Dorado, dijo no conocer la relación de Marcial Dorado con el narcotráfico y el contrabando y al requerirle para preguntarle que era muy raro que Feijóo no supiera la relación de Dorado con el narcotráfico, Feijóo, sin despeinarse, dijo, “pues sí, mire usted, qué casualidad, no sabía nada…”. De eso se vale Feijóo porque sabe que parte de la sociedad española sigue siendo sumisa al poder y, aunque éste sea corrupto, gran parte del pueblo, controlado por el caciquismo y los poderes fácticos, sigue diciendo “sí Bwana” al poder; eso sí, al poder cuando lo ostentan los de siempre, porque si gobiernan los que históricamente han estado aplastados y sometidos, los procedentes de la clase obrera y trabajadora, ya se encargan “los de siempre” de criminalizarlos calificándolos de “terroristas, separatistas o comunistas” en tono muy peyorativo; es decir, los que tienen cuernos, los “rojos de mierda, perversos y demoníacos”, que son inferiores genéticamente y proclives al ejercicio del mal, como los calificaba el psiquiatra de cabecera de Franco, Vallejo Nágera y los siguen calificando líderes políticos como Abascal, Ayuso o la portavoz del PP, Gamarra.
Las consecuencias de estas arengas de la derecha política y mediática las vemos en las sociedades rurales de nuestra tierra castellano y leonesa. Nuestros pueblos desaparecen, no hay niños, se cierran escuelas y centros de salud, el tejido productivo brilla por su ausencia y prácticamente sus únicos habitantes son jubilados y pensionistas, eso sí, con pensiones que los gobiernos del PP han incrementado menos que los gobiernos progresistas. Aún así, el PP lleva gobernando 4 décadas de forma ininterrumpida.
No obstante, a pesar de la soledad parlamentaria de Feijóo, el PP y VOX en el Congreso de los Diputados, como hemos visto en el desarrollo de los debates y votación de investidura del candidato popular, la derecha económica, mediática y política presiona socialmente como nunca para adular a Feijóo y criticar, insultar y descalificar vilmente a sus adversarios políticos, sobre todo a Pedro Sánchez. Pero la jugada les ha salido mal, Feijóo no ha conseguido los apoyos para ser presidente del gobierno. El ejecutivo que surja de la investidura –o Pedro Sánchez o nuevas elecciones- debe trabajar más por la tolerancia y la solidaridad y atender las necesidades individuales y sociales de todos los ciudadanos, vivan donde vivan y rebajar la tensión y los enfrentamientos, que siempre son malos consejeros y la derecha política y mediática alimenta cuando no gobierna, como ocurrió el pasado domingo con la manifestación de la plaza de Felipe II en Madrid. Lejos de contribuir al progreso y a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, incitan al enfrentamiento territorial y a la violencia.