La verdad es interpretación, es decir, que toda verificación o falsificación de proposiciones sólo puede darse en el horizonte de una apertura previa, no transcendental sino heredada
G. VATTIMO
El hecho es que, con el ocaso de los grandes metarrelatos…, han disminuido también todas las razones fuertes para el ateísmo filosófico
G. VATTIMO
Ha fallecido hace unos días Gianni Vattimo, uno de los intelectuales más influyente de estos últimos años, padre de lo que se ha denominado el pensamiento débil, una respuesta al final de la modernidad filosófica. Un pensamiento humilde que lo abarca todo, navegando más allá de la epistemología y la metafísica, pasando por la ética, la política o lo religioso. Personalmente conocía de cerca su pensamiento a través de mi profesora Teresa Oñate, una de sus discípulas más destacadas. Justamente en su 80 cumpleaños homenajeó al pensador a través de la Cátedra Internacional de Hermenéutica Crítica, HERCRITIA de la UNED, con una serie de conferencias con 50 filósofos del mundo. Destacado político de la izquierda italiana militando en diversos partidos, será parlamentario europeo desde 1999 a 2014. Columnista de La Stampa y La Repubblica y del semanario L'Espresso, Vattimo acompañó su actividad de filósofo y pensador con un compromiso político.
Nace en Turín en 1936, donde ha sido profesor de Estética y desde 1982 de Filosofía Teorética en la Facultad de letras, donde llegó a ser Decano. Comienza sus estudios en los años cincuenta militando en un movimiento juvenil católico, atraído por la figura del filósofo francés Jacques Maritain, se decide por los estudios filosóficos por su posición político-religiosa, militante del catolicismo de izquierdas. Realiza su tesis doctoral sobre el concepto de poiein en Aristóteles bajo la dirección de Luigi Pareyson. Parece que su primer maestro le anima a la crítica de la modernidad y pasa a estudiar la poesía de vanguardia del siglo XIX (Poesia e ontologia, 1967). Pero sobre todo ha trabajado en la filosofía alemana moderna y contemporánea: Schleiermacher (Schleiermacher, filosofo dell´interpretazione, 1968); Heidegger (Essere, storia e linguaggio in Heidegger, 1963 y (Introduzione a Heidegger, 1971); Nietzsche (Il soggetto e la maschera, 1974) y (Introduzione a Nietzsche, 1985).
En ese giro hacia la filosofía contemporánea y hermenéutica está su estancia en Alemania dos años trabajando con Hans-Georg Gadamer del que traduce al italiano su obra Verdad y Método. Su acercamiento a la obra de Heidegger le aleja de sus posiciones político-religiosas, más políticas según su propia opinión. Aunque en los años sesenta estaba ubicado en el anticapitalismo romántico, su alejamiento de la política no parece ser total, ya que hasta los años setenta sigue leyendo a Heidegger como filósofo afín a Marx. Aunque veía que Marx se hacía incompatible, ya que no criticaba el concepto de sujeto, idea que venía madurando desde la lectura de Lukács en una convalecencia en el año 68.
Parece que el punto de inflexión de su pensamiento fue con el libro El sujeto y la Máscara de 1974; pero también su Introducción a Heidegger. Es un momento en que comienza su reflexión sobre la violencia armada de las Brigadas Rojas en Italia. El sujeto y la máscara, quería ser una filosofía para el periódico “Il Manifiesto”, portavoz de un grupo de trásfugas del partido comunista. El concepto de Superhombre de Nietzsche podía cubrir las expectativas del sujeto desalineado de Marx, siempre rompiendo con Hegel. Pero en Marx existía, como en Hegel la concepción lineal de la historia.
En cuanto al tema de la violencia reconoce que estuvo muy cerca de grupos implicados en el terrorismo como el grupo “lucha continua”, donde militaron muchos que después se pasaron a la lucha armada. A esto hay que añadir la crisis del socialismo real y la intervención de la URSS en Hungría y Polonia. Esto parece que le inclina hacia su filosofía de las diferencias, o lo que se denominará después el pensamiento débil. Esta filosofía de la diferencia basada en Nietzsche y Heidegger, nociones que se oponen, en todo y por todo, a la visión “dialéctica” como visión globalizadora basada en Hegel y Marx. Paralelamente Vattimo comenzó a trabajar con el Partido Radical, donde se preocupa por la reivindicación de derechos y el apoyo a las minorías sexuales, feminismo, movimiento gay, divorcio, aborto, etc.
En sus últimas obras intenta conciliar el devenir de la metafísica de Heidegger con el problema ético y político, pero también con el problema religioso. El mismo nos comenta que el pensamiento débil busca posibilidades de emancipación que no estén vinculadas a la tradición revolucionaria. Se quiere realizar una ética y política sin una filosofía de la historia y sin una visión totalizante. En éstas parece que abandona el concepto de debilidad por el de secularización, como en Más allá de la interpretación, o Después de la Cristiandad.
Pero el concepto de secularización y la preocupación por el problema religioso aparece sobre todo en la obra, Creer que se cree, donde asocia la encarnación al debilitamiento. Critica también todo el proceso de secularización de la modernidad, pero el pensamiento cristiano sigue siendo válido desde el concepto de la caridad que va asociado al pensamiento débil y una ética de la no-violencia. No entiende la secularización como quitar lastre dentro de la cultura de sus orígenes sagrados, una despedida del cristianismo sino como una realización más plena de su verdad, que es, recordémoslo, la kenosis, el abajamiento de Dios, el desmentir los rasgos naturales de la divinidad. En otras obras asocia secularización con debilidad y sobre todo con desenmascaramiento de la sacralizad de todo lo absoluto.
La preocupación por la ética y política, con una filosofía hermenéutica más constructiva parece reflejarse en una serie de artículos publicados en nuestro país en 2003, bajo el título Nihilismo y emancipación. Ética, Política y Derecho. Propone leer la ética y la política desde el secularismo y la emancipación, interpretar el nihilismo en el sentido de la frase de Nietzsche: “Dios ha muerto, ahora queremos que vivan muchos dioses”, no hay fundamentos últimos. Así desde la hermenéutica se busca una reconstrucción racional contra todo nihilismo negativo. Quiere ir en la línea de ética discursiva de Habermas y de Apel, pero despojada de los residuos del racionalismo metafísico.
El diálogo, aunque sea con uno mismo, es poner las condiciones para el ejercicio de los derechos a cualquier interlocutor. Estas reglas se basan sobre la libertad de cada uno y no sobre normas objetivas o naturales. Propone valores como la paz, el paso del liberalismo a la democracia y al socialismo. El consenso, en nuestras sociedades pluralistas, debe apuntar a interpretaciones colectivas o a paradigmas compartidos. La verdad se construye sobre el consenso y el respeto a la libertad individual y de las comunidades, que conviven en una sociedad libre. Desde aquí se recupera la esencia de lo sagrado, en el concepto cristiano de caridad, como ya hemos comentado. Descanse en paz, Vattimo.