OPINIóN
Actualizado 20/09/2023 12:12:47
Toño Blázquez

Hablar de escritura en estos tiempos pareciera absurdo. Cuando ya apenas se escribe, cuando las teclas de un ordenador, de un móvil y familia han sustituido a la pluma, al lápiz, al bolígrafo. ¿Se han fijado que ya nadie escribe? Hasta cuando recibes una carta certificada o un paquete. El oficiante saca un aparatejo, pega un flashazo en el código de barras y ya está. Antes había que firmar el recibí. Ya no. Ya no se escriben cartas, ¿se acuerdan del encabezamiento?, una cruz y …” espero que al recibir esta te encuentres bien, yo bien gracias a Dios”. Ya no escribimos, hablamos, tecleamos por wasap, minimizamos las palabras y expresiones, nos comunicamos por criptogramas, como los antiguos pobladores del Nilo. Total: que somos más ceporros.

Ya no quedan personas que entienden la escritura manual como una forma de sentir el pulso del arte en sus dedos. Ya no quedan amanuenses, como aquellos monjes de la Edad Media que transcribían a mano pacientemente los textos y que en un tiempo segregaron estela. Aún andaba Gutenberg en la inopia.

La caligrafía, digamos que el arte es escribir bonito, es sólo poderío de finas sensibilidades y patrimonio de socios fanáticos del club de fans del Santo Job.

En Salamanca queda uno, el último mohicano de la caligrafía (que yo conozca). Se llama Luis Regalado Sánchez y tendrían ustedes que ver como escribe. Un tipo que ya corrió puños de primaveras cuya pasión siempre fue la lectura y la escritura, ésta última le eleva a las más altas cumbres de pasmosa perfección.

Un artista de la caligrafía cuyo arte no expone, ni da conferencias, ni escribe libros ni sale en los periódicos y al que no le hace falta ningún canuto para hacer la 0. Sencillamente lo borda. Creo que los médicos lo tienen en busca y captura.

Toño Blázquez

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