OPINIóN
Actualizado 20/09/2023 07:55:50
Álvaro Maguiño

Me formulaba un amigo el otro día lo que él denominó “regla 3x2” —3 meses de tranquilidad arruinados por 2 días de agobio— tras escuchar mis quejas sobre mis primeros días tras las vacaciones. Horario detestable, asignaturas como bombardeos y trabajos amenazantes. Una crónica, evidentemente sesgada, que pronosticaba meses oscuros llenos de palabras descontentas sobre una situación ficticia. En otras palabras exentas de drama, la típica conversación basada en retahílas que yuxtaponen materias con sensaciones y preguntas cotidianas relacionadas con el carrito de la compra y el nuevo disco que salió el viernes pasado.

Echo de menos la tranquilidad de olvidar que el corrector de los documentos de Google tiene una alergia inusitada tanto a los pretéritos como al modo subjuntivo. Ahí, debajo de los verbos, aparece siempre una rayita azul insoportable gritándome una incorrección discursiva: “¡Decídete, estás hablando del Renacimiento, no puedes usar el imperfecto del subjuntivo!” y distrayéndome de las explicaciones. Y aparece lúcido el mensaje de mi amigo: “Regla 3x2”. Todo mientras recuerdo las quejas sustanciales de más amigos: “los materiales son carísimos”, “me han puesto las prácticas por las tardes”, “no sé a qué asignatura ir”. Ellas sumándose a mi conflicto verbal y conformando la larga continuación de aquella retahíla. Y de nuevo pienso: “pues yo quiero usar ese tiempo, no lo voy a corregir”. Sin duda, “Retahílas pide retahílas”.

“Tenemos que ir a ver la nueva de Sofia Coppola”. “Tenemos que escucharnos el disco de Taylor”. “Tenemos que disfrazarnos este otoño”. Así, directo, sin puntos suspensivos y con el arrepentimiento mutuo de proponer planes sin garantizar una seguridad temporal. “¿Cuándo? Es que no sé si podré”. Recuerdo, regla 3x2: 3 propuestas por solo 2 que se llevarán a cabo.

Y así, con un conglomerado de suposiciones, de promesas, de días colectivos contados, de críticas al sistema y de cultura consumida, se configura la dramática y ajetreada rutina juvenil de la vuelta al cole en un mundo que nos parece irreal. Un mundo irreal que solo cobra sentido con unas pequeñas conversaciones sin importancia. Las únicas vías de escape siempre serán la amistad y poner en común nuestras desgracias particulares.

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