Hoy, para terminar con este repaso sobre algunas de las mujeres afectadas por el Efecto Matilda (sí ese que casi logra borrar de la Historia a grandes damas de la ciencia, la literatura, la aventura, el pensamiento, etc.) no remontaremos muy atrás, concretamente hasta el siglo IV a.C., a la Antigua Grecia, porque allí fue donde vivió Hiparquía[1], quizás la más desconocida de todas citadas durante estos meses de verano.
Nació en Maronea[2] en seno de una familia aristocrática y que gozaba de buena posición social, pero su encuentro con el filósofo cínico Crates de Tebas terminó por ser el detonante en su decisión de renunciar a todas sus comodidades y optar por una vida de penalidades y mendicidad en las calles de un buen número de ciudades griegas.
Crates de Tebas había sido discípulo de Diógenes, fundador de la escuela cínica, escuela que se extendió por muchas grandes ciudades griegas y romanas, incluso por Constantinopla y Alejandría; entre el siglo IV a.C. y el V d.C.
Su doctrina era vivir de forma natural, rechazando todas las leyes ciudadanas, las costumbres y convenciones sociales, para vivir como lo hacen los animales. Por esa razón renunciaban a cualquier posesión material y vivían a la intemperie como los 'perros' (del griego kyon o cion: ‘perro’, de donde viene el nombre de cínicos).
El hermano menor de Hiparquía, Metrocles, se hizo discípulo de Crates que este, tras obligatorio periodo de ayuno, le visito un día en su casa con el fin de darle la bienvenida como seguidor suyo. Ambos hombre charlaron animadamente durante varias horas. Hiparquía escucho la conversación fascinada y quedó enamorada no sólo de las palabras del filósofo sino de su persona, aunque las fuentes disponibles afirman que era muy poco agraciado.
El caso es que la joven, que por su nobleza, su hermosura y la riqueza familiar, tenía gran cantidad de pretendientes, pensó que merecía la pena dejar todo aquello seguir a Crates y casarse con él, lo que finalmente hizo, tras amenazar con suicidarse si no le permitía.
Los cínicos fueron quizás los primeros antisistema de la historia. Su conducta antisocial y sus discursos en plazas y calle contra todo el orden establecido y contra la democracia griega, su vivir en la calles de limosnas y sin pudor alguno e ir vestidos con harapos, junto a su renuncia a cualquier posesión material; provoco el rechazo de muchos, pero también fueron numerosos los que quisieron imitarles respetando sólo las leyes de la naturaleza, aunque se dio de forma muy escasa entre las mujeres a las que podemos calificar de las primeras feministas al rechazar la existencia de cualquier diferencia de derechos con los hombres.
En sus diálogos con numerosos filósofos de su época siempre se mostró brillante, recurriendo con frecuencia a la ironía para desmontar los argumentos que estos esgrimían para crítica tanto sus ideas como su forma de vida. La libertad absoluta era la premisa fundamental de los cínicos y para alcanzarla era preciso ser autosuficiente en el pensar y vivir al margen de las leyes de los hombres como lo hacen los dioses.
Hiparquía escribió tres libros pero no se conserva ninguno de ellos, tan sólo algunos fragmentos citados por otros autores de la época. Únicamente ella, entre grandes varones de la filosofía griega, es citada por el historiador Diógenes Laercio en su obra 'Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres', que escribió el siglo III d.C. y que se conserva prácticamente completa.
Apenas unas pocas palabras se conservan de ella, escritas en primera persona y formando parte de un poema sobre una tablilla de piedra, bajo el título ‘A las mujeres’, que adaptada al lenguaje actual rezan así:
La filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa Simone de Beauvoir autora, entre otras obras, de ‘El segundo sexo’, escribió: Una mujer libre es justo lo contrario a una mujer fácil.
Hiparquía, no fue una mujer fácil en ningún sentido. Fue libre en su vivir, en su pensar, en su decidir, fue la primera filósofa de la Historia. Y cuando falleció, a modo de respetuoso homenaje, los filósofos cínicos instauraron una fiesta anual que llamaron Kynogamia en que se celebraba la incorporación de la mujer al mundo de la filosofía cínica.
[1] Nada que ver con Hipatia de Alejandría que vivió en Egipto casi 9 siglos después y forma parte de la escuela neoplatónica y cuyas peripecias se narra en la película de ‘Agora’ de Alejandro Amenábar (2009).
[2] Situada en la costa de Tracia, en las antigua Grecia y Roma, fue famosa por su producción de vino.
[3] Las primeras ménades se encargaron de la crianza de Dioniso (dios del vino y las orgía) Era conocidas como mujeres en estado salvaje y de vida enajenada con las que era imposible razonar.