La imagen y la palabra
Macotera es tierra de afición taurina porque bebe del estío duro, cuando la visita San Roque, pero es un jaleo capeístico ahíto de toreros como Dios manda. Sorprendente que tanto buen abono no produzca mejor cosecha. Pero es lo que hay. A pesar de tanto barbecho empalmado, allí, en su plaza, la única de Salamanca donde hay albero (del sur lo trajo en camiones Antonio Gómez Bueno cuando ostentó la vara de mando de la localidad antaño de poderío lanero), se dan, junto a las eternas capeas, espectáculos serios, rejones y festivales. Este año viajó hasta estos pagos castellanos un pundonoroso Fernando Robleño.
El veterano matador mató dos novillotes con oficio sin más. Acostumbrado a guerras “francesas” y “venteñas” de mucho sufrir, en estas cositas de pueblos como que se hunde en un mecanismo simplón del oficio sin más. El sombrero de ala ancha no apareció en los lances de recibo. En eso yo me acordé de fotos que tengo por ahí, con toreros de corto, en festivales: una de Victoriano Posada, otra Gitanillo de Triana…o actuaciones de El Viti, Paula, Luguillano o Mario Triana, Curro Romero …en el recordado Festival de las Hermanitas de nuestra tierra. La estética en la indumentaria y las maneras de estos artistas en los festivales. La atención a los (importantes) pequeños detalles…
Además del repaso en torería y valor que les pegó a sus colegas de paseíllo una chica llamada Raquel Martín, sinceramente, eché de menos las cositas pequeñas que hacen a un artista grande porque eso de que “el hábito no hace al monje” no siempre es verdad.
El tipo de la foto, sin ir más lejos, es un aficionado que entiende perfectamente lo que les digo.