El orden con que existe el universo
regido por un bien inexplicable
lo mueve a preguntarse si es viable
poner todo su imperio en un verso.
La empresa le supone un esfuerzo
que luce desde ahí inalcanzable
debido a que la causa es estable
y falta en su efecto un refuerzo.
Por eso en el silencio de la pluma
la tinta lo socorre en lo que ignora
que entiende si lo lee en el poema.
Lo bueno lo reclama como emblema
y todo lo auténtico lo adora
y queda en el mundo, no se esfuma.