Lo ha dicho hace poco en un mitin, apelando a la honestidad de la que llamó nueva izquierda española: “La España roja, radical y laica tiene que ser antes de nada rota”. Ya ven, salvando a España de sí misma, marcándole el futuro o más bien marcándoselo a lo que quede de ella.
Pero Otegi no sólo predijo el futuro de España, sino que aludió a que en Galicia, Euskadi y Cataluña se daba la correlación de fuerzas para hacer eso posible. Ya ven, puestos a salvar patrias, el líder abertzale no sólo lo hace con una, sino con cuatro a la vez.
En su discurso, Otegi no pudo ser más claro: comparó la democracia con el independentismo y llamó a esa nueva izquierda a propagarlo para ser de verdad demócratas. Todo, gracias a los que como él preconizan la ruptura del Estado.
No hay engaño ni ignorancia posible sobre los propósitos de esa izquierda abertzale a la que todo le vale con tal de conseguir el independentismo, aderezado, además, de todos los adjetivos excluyentes de quienes no piensen como ellos.
Por eso, escandaliza el empeño de Pedro Sánchez de pactar, aunque sólo fuese la investidura, con ella. No se trata ya del pasado, de una herencia de crímenes de las fuerzas políticas herederas de ETA que, al menos, podrían haberse arrepentido de sus delitos y haberse hecho dignos de la honestidad que reclaman a los demás.
Estamos hablando de hoy día, a pocas semanas de la investidura en el Congreso de la persona que ya cuenta con el apoyo expreso de Arnaldo Otegi, quien ve en él al máximo representante de esa nueva izquierda que ha de ayudar a los independentistas a la llamada ruptura democrática de España.
Como esto es así, y no de otra manera, pactar con Bildu para obtener una investidura y lo que le sigue, no sólo es inmoral, sino políticamente suicida, pues no puede conducir más que al desastre.