OPINIóN
Actualizado 10/07/2023 09:23:03
Santiago Bayón Vera

Otros frutos, como la castaña, el piñón o las almendras, eran fáciles de transportar y agradecidos. Sin embargo, el que más a mano tenían en invierno era la bellota.

Cuando se paseaban con sus rebaños por los amplios encinares del valle del Guadiana, disputarían a ovejas y cerdos el privilegio del recoger del suelo las más gordas y tiernas para terminar con una nota azucarada su frugal almuerzo.

Tiempos hubo en que la hambruna obligó a los hombres a comer pan elaborado con la harina de este fruto, hoy alimento esencial del cerdo ibérico y también exótico –para algunos– perfume de un extremeño licor. Aficionados al aguardiente –¿qué pueblo no lo elabora y con los más extraordinarios ingredientes?– una copa del “agua de fuego” que el rabadán guardaría en su chozo para repartir en contadas ocasiones, aromatizada con cerezas, guindas, fresas, arándanos o cualquiera de las bayas comestibles que en la naturaleza abundan, o incluso sólo dulce o sólo seco, puso punto y final, con los ojos mojados de nostalgia y de letras de canciones, a muchas noches bajo las estrellas.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Castañas