Nada menos que seis debates le pedía el Presidente del Gobierno al Señor Feijoó ¡uno por semana! Pues me alegro que no sea así porque resultaría insufrible tal y como se acostumbra a debatir en este país.
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) se debe entender por ‘debatir’ el discutir dos o más personas sobre uno o varios temas exponiendo sus ideas y defendiendo sus opiniones e intereses; y ‘discutir’ sería enfrentarse y alegar razones contra el parecer de alguien. Por tanto, un debate público implicaría un intercambio respetuoso de argumentos, ideas, propuestas… entre los protagonistas del mismo. Si aceptamos esto, habrá que admitir que en este país hace ya mucho tiempo que no hay debates.
No es mi intención dar consejos, pero sí me lo permiten aunque sólo sea como ciudadano de a pie, sugeriría a todos los candidatos seguir las recomendaciones de Platón y poner en práctica las virtudes que el sabio griego afirmaba deben articular la vida moral de los seres racionales y ordenar su conducta, siempre al dictado de la razón. Su discípulo, Aristóteles, las aconsejaba a todo aquel que practicaban la política y más tarde el pensamiento cristiano las tomaría para sí dándole el nombre de virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
Prudencia, para tener siempre presente los posibles resultados de sus palabras y actos, con el fin de que estos posibiliten el mayor bien posible a la mayoría. Justicia, de forma que cada uno reciba aquello que por derecho le corresponde y según su necesidad. Fortaleza, para evitar las tentaciones, que serán muchas, tanto materiales como inmateriales, y ser capaz de superar las numerosas presiones a las que se verá sometido. Y templanza, para controlar sus intenciones, preferencias y sentimientos sujetando todos ellos al buen juicio, para así ayudar a los demás y dejarse ayudar por otros en caso necesario.
¿Ustedes ven en alguno de los candidatos o candidatas estas virtudes? Yo no y de verdad que lo siento, pero es que como afirmaba el científico y escritor alemán del siglo XVIII Georg C. Lichtenberg: Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Yo añadiría, también pierden el interés.
Por esto, estoy convencido de que los simulacros de debates, sean cuantos sean, responderán a los estándares de los espectáculos mediático más que a los de la honestidad y la sensatez política. Por cierto, las Naciones Unidas definen la ‘honestidad[1]’ como el hablar y actuar con sinceridad, que es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo. La honestidad es la base de la confianza y la clave de las relaciones sociales; nos da esperanza, confianza, compasión y mejora la toma de decisiones. Tampoco aquí me encajan nuestros candidatos y candidatas.
Buscarán titulares, hablarán con genéricos, tal vez en alguna ocasión digan qué quieren hacer esto o aquello, pero, casi con seguridad, no se pillarán las manos diciendo cómo con lo harían porque creen que los ciudadanos no estamos interesados en los detalles. Podría ser que, ocasionalmente, oigamos ardorosas pero vagas afirmaciones como ‘mejoraremos la atención primaria’, ‘lucharemos contra la violencia de género’, ‘incrementaremos las ayudas para adquirir vivienda a los jóvenes’, ‘crearemos empleos de calidad’... y muchas otras vaguedades que al no ser concretadas con el cómo se harían quedarán en eslóganes electorales. ‘Obviedades’ de esas que según el Sr. Feijoó no deben formar parte ni de los acuerdos ni del discurso político.
Yo sí quiero saber los ‘cómos’ porque se deberá hacer con recursos públicos (es decir que los pagaremos todos) ya que la principal tarea de un político no es otra que la gestión eficaz de esos recursos en beneficio de los ciudadanos y para eso hay que saber del tema. Pero de eso nunca hablan. Con razón el filósofo y Premio Nobel de Literatura en 1950, Bertrand Russell, decía: qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna. Y el actor cómico Bill Murray, el de Cazafantasma, ironizaba: Si le mientes al Gobierno es un delito; si el Gobierno te miente a ti es política.
No, creo que no habrá debates. Habrá descalificaciones; faltas de respeto (no sólo a los contrincantes, también a los oyentes); se arrojarán a la cara agravios, incluso se insultarán y menospreciarán unos a otros para tratar de demostrar la solvencia de sus imprecisas propuesta dirigidas más a las tripas y las pasiones, que al entendimiento y la razón. Abundarán, como en otras muchas ocasiones, los... y tú más, de los patios de colegio.
Y puestos a ver ‘espectáculos’ a mí (por eso del morbo televisivo) me gustaría ver un enfrentamiento entre Gabriel Rufián (ERC) y Santiago Abascal (Vox) o entre Pedro Sánchez (PSOE) y Yolanda Díaz (SUMAR), y sería genial poder ver uno entre Núñez Feijóo (PP) y Mertxe Aizpurua (EH Bildu) ¡Puro espectáculo!
Pero tengan presente el sabio consejo que nos llega de nuevo desde la antigua Grecia por la pluma de Platón "El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres" (o mujeres, habría que añadir).