El Mediterráneo ya no es un mar, es un cementerio: se calcula que 29 000 migrantes han quedado sepultados en sus aguas durante los últimos años. Y no parece que esto vaya a acabar.
La última tragedia
La última tragedia se vivió hace unos días cuando un barco de mala muerte con 750 personas a bordo naufragaba frente a las costas de Grecia. En la bodega del barco viajaban 100 niños. Todos murieron: el lugar que parecía un refugio seguro, acabó siendo una trampa mortal. Hasta ahora se han contabilizado 78 cadáveres y 104 rescatados con vida, pero se teme que son más de 500 los desaparecidos para siempre seguramente, porque rescatar a las víctimas de un barco de migrantes no es tan importante como rescatar a las víctimas de un crucero de lujo. El mar, la mar, los mares lo saben mejor que nadie.
Después de la tragedia viene la calma
Después de la tragedialos gobiernos deberían empezar a perseguir a los culpables, a castigar a los que tan vilmente trafican con seres humanos, a exigir responsabilidades a los estafadores que dejan a tantos padres endeudados para que sus hijos puedan salir de la miseria, pero unos porque sean igual de mafiosos y otros porque piensan que migrante muerto problema resuelto, lo que llega es la calma. Y desgraciadamente, aprovechando los días de sol y las noches de luna, esta tragedia no tardará en dejar de ser la última.
Días alegres y días tristes
El Mediterráneo, como todos los mares, tiene días alegres, son esos días en los que los gobiernos y las instituciones luchan para librarlos de fertilizantes químicos, plásticos, aguas residuales, detergentes, hidrocarburos... y otras sustancias que contaminan sus aguas, pero también tiene días tristes, muy tristes, son esos en los que tiene que convertirse en cementerio y llenarse de tumbas de agua, tumbas sin nombres, tumbas sin cruces, tumbas sin flores… tumbas que solamente le sirven para sentir vergüenza del género humano.