OPINIóN
Actualizado 15/06/2023 09:50:42
Manuel Rodríguez García Marogar

Esta temporada que finalizó, me dediqué a encontrar aquellos elementos que destacar sobre la belleza del fútbol (También su fealdad en contraposición para comparar con aquella). De todo ello, acabaré publicando un ensayo, anual, en el que incorporaré este texto delicioso, para disfrutarlo tan en línea con esos goces del fútbol que me han ocupado tantos años.

Por ello recurri al libro “La forja de la gloria: Breve historia del Real Madrid contada por un filósofo, (NO FICCIÓN) de Jesús Bengoechea y Antonio Escohotado. Ambos se explayan futbolisticamente de una manera que nunca me lo hubiera imaginado, como es el caso de este capítulo:

“Qué gozada son los partidos cuando ambos contendientes son valientes y tiran para adelante, permitiendo que nos vayamos al descanso con diez ocasiones de gol, un par de palos y una veintena de regates, controles, filigranas y pases admirables”.

“Vaya encuentros vemos en el siglo XXI, y qué lujo poder hacerlo con cámaras múltiples, repitiendo y ralentizando momentos. Pena da que algunos ignoren cosa distinta del resultado, cuando una vez más el camino se enseñorea del escenario, desplegando la gloria de sus pormenores. Cuando dos grandes equipos salen a presionarse por todo el campo, a la clase y el fondo físico de cada uno se añade el azar de cada rebote, porque no uno sino varios atletas de su calibre aciertan a cubrir casi cualquier zona, pero dónde acabe apareciendo la pelota tras cada disputa resulta incontrolable”.

“Todo cuanto está a su alcance es echarle puro brío a cada lance. Cuando Hamlet se pregunta ¿ser o no ser? vacila entre aceptar pasivamente los reveses de la fortuna o alzarse ante el mar de obstáculos, sabiendo que nada sale a la primera y, rara vez, a la enésima, porque la excelencia jamás se regala”.

“Sin embargo, lo real no protege a nadie bajo su terruño o ramaje; quien perdona abona lo inverso de su propósito, y fallar jamás se cumple en vano. Debes demostrar quién eres aquí y ahora, en una sucesión tan regular e implacable como la del luminoso marcador, porque vivir del cuento no dura más que el camelo en otros órdenes de la vida, y que se añadan tres o cuatro ceros al salario de cada figurante debe exacerbar la exigencia, en vez de difuminarla respecto a los galones y otras figuras retóricas del gremialismo”.

“La tónica de los equipos sigue siendo a menudo sobar el balón, combinando la variante patrás con cambios de banda tanto más previsibles cuanto que su lentitud permite al contrario acabar encimando, y la pesantez genérica del juego termina periódicamente con algún pase impreciso, cuando no con la cesión a un compañero peor situado, pues regatear o chutar da miedo. Pero vencer en buena lid no admite que los porteros rivales cumplan sencillamente con no apartarse de la trayectoria del balón, y los ataques pretendan solventarse con rutinarios cambios de banda, sin que nadie regatee con éxito en las inmediaciones del área”.

“Para quienes lo presencian como una variación enérgica del ballet, colmada de lances memorables, el Real Madrid no ha dejado de ser el que sorprendió sacando el balón desde atrás con primor, sabiendo atacar en estático, tras décadas de jugar al contraataque, apoyándose en la potencia atlética de algunos de sus puntas. Así juega ahora tan solo a veces, demostrando más capacidad adaptativa que nunca, y el problema—cuando acontece—se reduce a un bucle de malos controles, pases desmedidos y fallos parejos que minan la confianza inmediata y convierten lo difícil en imposible, mientras van sucediéndose las ocasiones de gol marrado. Faltos de ese sí interior, los jugadores se convierten en análogos de la gelatina, que tiembla con el movimiento del plato, pero no logra desplazarse un milímetro, y cuando llega el momento de salvar un peligro o rematar se achican ellos solos, como cómplices de la adversidad”.

“Cuando el adversario juega a no dejar jugar es difícil armar jugadas no interrumpidas por falta, y no hay mejor recurso para su rocosa resistencia que ir renovando sin pausa las alineaciones, porque entrar y salir demuestra a cada uno la necesidad de ganarse el puesto, y dosificar los esfuerzos de la plantilla permite oponer al entusiasmo de contrincantes con menos fondo de armario no solo otro tanto, sino músculos más oxigenados. Esto trae a la memoria «el murciélago rasgando la porcelana del atardecer», en los términos del poeta Rilke, quizá debido a que cuando el Real Madrid sale a jugar al primer toque y bien conjuntado le hace un roto zigzagueante a cualquiera porque combina el mérito con la suerte, imponiendo a todos subir y bajar sin pausa alguna”.

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