CULTURA
Actualizado 19/06/2023 11:39:42
Charo Alonso

La escritora salmantina, colaboradora de SALAMANCArtv AL DÍA, presenta en Salamanca su primera novela ‘Vladimir no es nombre de perro’

Tienen la voz literaria y la voz física de Concha Torres mesura y contundencia. Suya es la mirada franca y directa en la que hay un mucho de ternura, de humor, de sabiduría. Eso lo saben y disfrutan los lectores de sus columnas quincenales, puras perlas del género breve del articulismo, y los que conocemos sus dos libros de relatos, visión sin concesiones de un tiempo con aroma a provincia y música de fondo: La chica de ayer y Los cuentos de la plaga. Esta licenciada salmantina, doctora en Historia en Florencia, plurilingüe e inquieta, tiene el don de la palabra, de ahí que trabaje como intérprete en esa Bruselas que ha convertido en un personaje más de su novela ‘Vladimir no es nombre de perro’, que presenta en su Salamanca esta autora tenaz, observadora, de verbo resuelto y una capacidad innegable de leer el mundo que le ha tocado vivir… y de relatarlo en una filigrana de sincretismo, humor, conocimiento compasivo del otro y mucha sabiduría.

Charo Alonso: ¿Cómo sentiste que debías pasar a la novela tras dos libros de cuentos?

Concha Torres: Pues hice un poco de trampa. La novela la empecé antes de los dos libros de cuentos que se publicaron en 2020 y 2021; pero una novela requiere cierta madurez, es un esfuerzo grande para que sea coherente en su trama, en sus personajes, en las relaciones entre ellos... No es ponerse delante de un teclado y arrancar a escribir (aunque muchos lo piensen y algunos hasta lo hagan así). Se quedó aparcada durante un tiempo y me dediqué a escribir cuentos que, aunque también tienen su dificultad, a mí me resultaban más fáciles. Después, lo natural fue retomar la novela. Con toda la humildad del mundo y además, con una novela corta; ya vendrán cosas más extensas.

Ch.A.: Una novela donde la ciudad de Bruselas es protagonista...

C.T.: Creo que si no te dedicas a la literatura fantástica o histórica, lo más fácil es describir lo que nos rodea. Hace treinta años que vivo en Bruselas, y no han sido años de miserias sino todo lo contrario, de mucha intensidad y muchas cosas vividas; me parecía que era un homenaje que le debía a la ciudad. En realidad, cuando empecé a desarrollar la historia, no era en Bruselas, pero después de unas cuantas páginas ya escritas me di cuenta que la ciudad le pegaba a la historia (y viceversa). Bruselas es un microcosmos muy particular, no es solo la capital de Europa, es la segunda ciudad más cosmopolita del mundo detrás de Dubai; en ella conviven personas de 183 nacionalidades diferentes... ¡A mí lo que me extraña es que no se escriban más novelas ambientadas en ella!

Ch.A.: En tus cuentos te reconocemos, en esta novela parece que no.

C.T.: Pues quizás no sean tan evidentes como en los libros de cuentos las referencias biográficas, pero están ahí. Los personajes tienen trazas de las personas que me rodean, todo el ambiente pesado y triste del atentado de 2016 y lo que pasó antes lo he podido contar porque yo misma lo viví, con los mismos miedos y la misma preocupación que los protagonistas de la novela. Y por supuesto, quienes me conocen encontrarán en sus páginas muchas cosas mías, ya me lo han comentado algunos lectores.

Ch.A.: ¿Cómo llegaste a esta original estructura? Son escenas breves con diferentes perspectivas…

C.T.: Pues ni idea, la verdad. Supongo que cuando una se pone a escribir a cierta edad madura, es que ha leído varias docenas de libros; si además eres de gustos amplios y puedes leer en varios idiomas (cual es mi caso) tus influencias se multiplican por cuatro. Tuve claro que el protagonista principal hablara en primera persona, y el perro habla gracias a Rosa Montero, a quien tengo el honor de conocer y el gusto de escuchar todo lo que pueda contarme. Ella me convenció. Había que poner a hablar a los demás personajes y para eso, nada mejor que el diálogo, que es mucho más vivo y agiliza el relato. No fue nada premeditado, fue saliendo a la vez que yo misma lo iba cambiando; las novelas son material en erupción, hay que estar dispuesto a darles muchas vueltas y cambiar muchas veces ideas ya preconcebidas.

Ch.A.: Dime algo que admiro en todos tus escritos: cómo dices tanto en tan poco.

C.T.: ¡Pues porque detesto aburrir! Y tampoco tengo un dominio del lenguaje tan magistral como para permitirme ciertas florituras que, o te salen naturalmente, o son artificios inútiles. A los libros actuales les sobran muchas páginas, la verdad, tantas como a Guerra y paz o a El Quijote no les sobraba ninguna. Los que no somos Tolstoi ni Cervantes, mejor emplear las palabras justas. Puede que también sea porque admiro mucho a escritores que son, justamente, parcos: Delibes, Conrad, Galdós, Dickens, y buena parte de la literatura latinoamericana, que aunque parezca que se recrea en el verbo, en realidad dice muchísimo con muy poco. En las columnas, además, el formato te obliga a enviar un mensaje en pocas líneas.

Ch.A.: Vladimir es un vértice del triángulo, pero tú no tienes perro que te ladre.

C.T.: No, no tengo perro, nunca lo he tenido y fíjate, nunca he querido tenerlo, ni cuando era una niña. No me atraen especialmente los animales, aunque detesto que los maten y los maltraten, por supuesto. Prefiero a las personas, de largo, pero me intrigaba esa relación que se crea entre la mascota y el dueño; ese tratar al animal como un ser humano, que no lo es, es solo un ser vivo; cómo los animales se han convertido en un remedio para la soledad, todo eso sí que me llama la atención, y mucho. Y de paso, añadía un desafío al proceso de escritura, cómo hacer de un perro el personaje de una novela, de mi primera novela... Nunca me ha gustado tirarme a por lo fácil, escribiendo tampoco.

Ch.A.: ¿Tienes, como dice José Luis Puerto, mirada de columnista?

C.T.: Puede ser, pero sobre todo, tengo mirada. A mí lo que pasa por la calle me asombra, cada día. Voy caminando a trabajar, y a casi todas partes, y basta con mirar y casi, casi no escuchar, para ver historias nuevas cada día. La columna quincenal no es más que el reflejo de muchas de las cosas que veo según voy andando de un lado a otro.

Ch.A.: ¿Cómo se vive con un pie aquí y otro allá?

C.T.: ¡Por ahora vivo con los dos pies allá! Y con el corazón acá, todo sea dicho. Salamanca es lugar de vacaciones, de reencuentro con familia, amigos, conocidos, recuerdos; por ahora. Lo que pasa es que yo intento que esos reencuentros sean frecuentes, y tengo la inmensa suerte de tener muchísimos amigos y muy buenos aquí (y allí también). Y digo que tengo esa inmensa suerte porque estas ciudades castellanas se están despoblando, y tener que ir a Madrid para encontrarte con tus amigos no tiene la misma gracia. Después de treinta años, para mi es lo natural, ir de un lado para otro, estar en dos sitios como en tu casa (o en ninguno de los dos). Me costaría mucho quedarme quieta y vivir en un solo lugar, creo. Todo eso también forma parte de la escritura, me parece.

Ch.A.: Me apasiona tu trabajo, eres la voz que une, la voz que traduce.

C.T.: Soy intérprete de conferencias y funcionaria de la UE. Sí, soy un eco que traduce, que no siempre es fácil ni evidente; tu voz pasa por un cable pero al otro lado el que te escucha te necesita, da igual que sea un modesto agricultor que el presidente del gobierno. En nuestro trabajo nunca hay dos días iguales, y lo que has aprendido hoy, quizás mañana no te sirva de nada; somos funambulistas de la palabra, y trabajamos sin red; es un reto permanente y no digamos como estímulo cerebral. Además, he podido estar muy cerca de donde se toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos, prestando un servicio público, en un entorno internacional... La verdad, no tengo más que palabras de agradecimiento para mi trabajo, ¡Por mucho que algunos días me queje como cualquier hijo de vecino! Y creo que lo de mirar y anotar también sale de ese trabajo, los intérpretes tenemos que ser buenos observadores para hacer bien nuestro trabajo.

Ch.A.: Tus dos libros de cuentos son el tiempo perdido de toda una generación provinciana, tu novela es un giro completamente diferente.

C.T.: La chica de ayer era una autobiografía contada en cuentos que ni yo era consciente de que lo era. Los cuentos de la plaga abundaron en ella y retrataron un tiempo de nuestras vidas que todos queremos olvidar (a juzgar por lo poco que se vendió comparado con el primero) pero que yo quería dejar escrito. Y en esta novela, no aparezco yo, ni la niña que fui ni la joven que salió a ver mundo, ni Salamanca, pero, como te he dicho más arriba, quienes me conocen me encuentran en muchas de sus páginas. ¡Bruselas son, a día de hoy, treinta años de mi vida! los más intensos, los más llenos de acontecimientos...

Ch.A.: Esa Bruselas que asoma en tus columnas ¿Qué significa escribirlas desde allí para SALAMANCArtv AL DÍA?

C.T.: Escribir para este periódico es la oportunidad de seguir teniendo un diálogo (aunque yo hablo y la respuesta me la supongo) con mi ciudad y mis paisanos. La columna se llama “Coles de Bruselas” porque intento mostrar mi realidad de allí, mi paisaje cotidiano, y encontrar alguna relación con lo de acá. No siempre lo consigo, o quizás nunca, pero sigo intentándolo. Al final, las personas se superponen a los paisajes, que son muy diferentes, y a mí lo que me interesa es hablar de las personas. Por supuesto, estoy más que agradecida por la oportunidad que me da el periódico, cada quince días, de asomarme a mi ventana belga y que me lean en mi tierra.

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