Este queso lo fabricaban los pastores en sus chozos de invernada mayormente con la leche de las cabras, aunque también con la de churras y merinas, que se cuajaba desde tiempos remotos y aún hoy se cuaja con pistilos del cardo silvestre (cynara cardunculus).
Fresco, curado o conservado en aceite, una parte de aquel queso se vendía en los pueblos cercanos junto con los cabritos y los corderos que les pertenecían y el suero que a diario se recogía de aquella elaboración se daba a los perros.
Otra de sus costumbres era comprar entre todos unas cuantas gallinas, que se guardaban en un pequeño corral para que les suministrasen huevos, pues comerlas les salía demasiado caro.
De todas formas, a ellos les bastaba la carne que echaban a los garbanzos un par de veces por semana, casi siempre en forma de embutido o carne curada de oveja, naturalmente, que en algunos sitios se llama tasajo y que los leoneses conocen con el curioso nombre de“salón”.