OPINIóN
Actualizado 05/06/2023 07:58:39
Jesús Garrote

Se acerca un momento que ya vivieron nuestros padres. Nuestras hijas son mayores de edad. Paula ya es médico en Gijón. Beatriz acabó psicología y se va a un voluntariado erasmus en Estrasburgo. Clara terminó bachillerato y se va con una beca a jugar a baloncesto a Estados Unidos y a hacer su carrera.

Invade una nostalgia, brotan algunos miedos que sólo se atenúan con confianza y Fe. Ha sido una vida satisfactoria. Con Toñi hemos formado una familia.

Hemos disfrutado con los abuelos, la tía y los tíos. Momentos imborrables con las primas, incluso en Jerusalén.

Los pueblos de Moralina y Muga de Sayago han marcado la infancia. Hemos viajado los cinco por los cuatro continentes. Hemos compartido la familia con los chicos y chicas de Santiago Uno con quienes han compartido viajes por Europa y el proyecto de cooperación de Marruecos. Han adivinado otras infancias con las que han llorado y reído, jugado y trabajado.

Espero no pecar de vanidad al citar sus carreras como logros. Las considero herramientas para hacer un mundo mejor en manos de buenas, humildes y sensibles mujeres. Creo que quieren aportar su granito de arena por una sociedad más justa.

Me quedan muchos buenos recuerdos, muchas noches con los álbumes, la casa de Cabrerizos y el pequeño jardín que se hacen grandes y el mundo pequeño. Llevo muchos años saboreando los momentos de deporte, los debates, las situaciones de aprendizaje, los mimos disimulados. Querer transmitir los pocos conocimientos que uno abarca, los avisos protectores y el cariño que parece efímero.

No hemos parado mucho en el nido, ha estado mucho tiempo vacío, hemos sido de andar mucho por las ramas y querer volar.

Hace tiempo que abandoné los sueños propios, espero saber sentirme cercano a los sueños de las protagonistas de la película de mi vida, mis hijas. Siempre serán la prioridad con nuestro apoyo material, espiritual y afectivo.

Vivirlas libres en sus decisiones es un oasis en medio del desierto. Mientras ellas construyen su vida y toca no interrumpir, seguiré con una vocación que se ha convertido en un legado, una herencia inmaterial dedicada a la educación de los queridos niños y niñas de nuestra casa escuela.

Quedan muchos encuentros y algunas despedidas. En el dos mil siete mi padre con sesenta y siete años se fue al Cielo, mi aneurisma me acercó al más allá en el dos mil diecisiete. A mi padre Manolo lo visitamos muchas veces mi madre y mi hermana con la imaginación y la certeza de los recuerdos. Quedan muchas vidas que admirar.

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