SOCIEDAD
Actualizado 01/06/2023 15:29:31
Vanesa Martins

Tiene 63 años y junto a Nelly, su mujer, están viviendo una segunda vida. Tras ocho meses entre el Hospital de Salamanca y Valladolid, un trasplante el pasado noviembre le ha salvado la vida

Hay gente que vuelve a nacer e historias que llegan al corazón. Personas que un día ven como su vida da un giro de 180º. Es el caso de Francisco, un salmantino que desde hace siete meses celebra un nuevo día en el calendario: el 1 de noviembre. Ese día del año 2022 recibió un trasplante de corazón que le salvó la vida. Después de años entre médicos, de idas y venidas, pruebas y tras pasar los últimos meses sin salir del hospital, ahora su corazón late con fuerza y le permite seguir disfrutando de la vida. Gracias a un trasplante.

Junto a Nelly, su mujer, llegan a la Plaza Mayor de Salamanca. Respiran y disfrutan del sol, algo que hace unos meses no sabría si podría volver a hacer. Con 63 años, se siente “más afortunado que nunca” y es que su historia es dura, pero con un bonito y feliz final que quiere que sirva de ánimo para otras personas que pasen por esa misma situación.

Todo se remonta al año 2009. Francisco estaba “sano”, como él mismo cuenta. Trabajaba como electricista y “tenía una vida sana, hacía ejercicio e incluso jugaba al fútbol”, explica. Estaba en tratamiento para recuperarse de un catarro, pero no mejoraba.

Tras varias pruebas, le diagnosticaron una cardiopatía dilatada. De la noche a la mañana. “El médico me dijo que algo no iba bien, que el corazón iba demasiado rápido y que urgentemente me enviaba al Clínico”, explica. Un jarro de agua fría que hizo que a partir de ese momento su vida cambiara.

“A través de una ecografía vieron que el corazón se había dilatado. Estuve 20 días ingresado. En ese tiempo me recuperé, pero perdí kilos, me limpiaron ciertos líquidos que tenía, me pusieron un tratamiento y volví a trabajar”, detalla.

Sin embargo, a pesar de todo él notaba que algo no iba bien, no se encontraba como siempre. “Me fallaba la respiración, me cansaba más de lo normal. Solicité la incapacidad porque los cardiólogos me dijeron que no podía hacer esfuerzos, pero no me la dieron”.

Lo peor llegó a partir del año 2016. “Ahí empecé a entrar y a salir del hospital. Apenas podía andar, cada vez me notaba peor hasta que un día fui a urgencias y me ingresaron. No funcionaban los pulmones, tampoco los riñones... Había muchas cosas que no iban como tenían que ir”, continúa explicando mientras su mujer, a su lado, le agarra la mano.

Empezó a empeorar hasta que prácticamente no conseguía salir de la UVI. Durante casi tres años, de 2019 a 2022, vivía en un ir y venir del hospital. Me reanimaban, me “arrancaban” a través de un gotero especial que duraba 36 hora hasta que llegó un punto en el que no había más medicación. En ese momento solo había una solución: había que buscar una posibilidad de admitir un trasplante de corazón o no. Si no hay posibilidad de trasplante era cosa de días los que iba a durar”, recuerda.

Lo tuvo claro y no dudó. Eligió la operación. El trasplante. Quería vivir, quería seguir viviendo y es algo que tenía claro”. Con la decisión tomada fue trasladado al Hospital Clínico Universitario de Valladolid ya que en Salamanca no realizan este tipo de trasplantes. Allí le realizaron todas las pruebas pertinentes que hay que hacer para conseguir una operación de éxito y comenzó la espera para ver si llegaba un corazón compatible.

Estuvo esperando cinco meses. De junio a octubre de 2022. “Meses muy duros. Los médicos, mi mujer… todos me daban ánimos porque yo era consciente, pero fue duro”, recuerda. Hubo una esperanza. Llegó un corazón que, a priori, y con las primeras pruebas era compatible, pero finalmente no fue así. Otro jarro de agua fría y una nueva espera hasta que, por fin, el 31 de octubre, llegó la buena noticia: había un corazón compatible para Francisco. Trece años después de las primeras pruebas, de entradas y salidas del hospital y de pruebas.

“Tenía claro que quería luchar y seguir viviendo”

Una gran noticia para él y para su mujer, Nelly. Pero también para el equipo de médicos que le llevaban acompañando en todo el proceso. “Hicieron hasta una fiesta”, cuenta riendo. “Tenía un equipo que estuvo siempre presentes, que querían sacarme adelante y no tengo palabras para agradecerles todo lo que han hecho por mí”, explica.

Lo primero que pensó Francisco cuando le dieron la noticia es que iba a volver a nacer. “Le doy las gracias a Dios y a ese donante fantástico porque de dos vidas hemos hecho una. Yo la estoy disfrutando, y él estará en el cielo viéndome”. No sabe quién es el donante porque es anónimo, pero tanto él como su mujer sí tienen clara una cosa, que “era una persona con un buen y gran corazón”.

La operación duró 12 horas, pero antes ya había pasado otras cinco veces por quirófano, donde le pusieron dos impellas. Doce horas que Nelly recuerda complicadas. “Fueron muy duras y muy difíciles”. Cuando despertó, lo primero que sintió al verle fue felicidad. “Vi que razonaba, que iba poco a poco, pero que estaba ahí. Me puse feliz. Para mí eso es un regalo de la vida, es una oportunidad para nosotros de una nueva vida, Ahora aprovechamos al máximo todo, le damos mucha importancia a las cosas que, a lo mejor, a veces son insignificantes, pero la verdad es que esto es un regalo de la vida. Tanto para mi esposo como para mí”.

Después de la operación estuvo cuatro días sedado. Fueron muchas horas de incertidumbre para Nelly, que no se separó de su marido en ningún momento.

“Cuando desperté, desde el primer momento me notaba que tenía más fuerza, que me faltaba la movilidad, pero personalmente estaba y me sentía feliz”, explica Francisco. Comenzó a recuperarse, primero a moverse en una silla, después con muletas y ahora, sin ningún apoyo.

Siete meses después del trasplante “me encuentro y noto que he recuperado los pulmones, los riñones, me ha crecido el pelo… Se ve que ahora la sangre está todo el rato en movimiento, que el motor funciona correctamente y yo me veo cada día mejor, más feliz, con más gamas de hacer cosas”. Cada mes tiene que ir a Valladolid a una revisión, para ver que todo vaya bien. Pasa dos días ingresado, le realizan diferentes pruebas para saber cómo va el corazón.

Para Francisco este nuevo corazón es algo más que un regalo. “Lo más importante es que estamos aquí para contarlo”.

Para el equipo médico solo tienen palabras de agradecimiento. En Salamanca por trasladarle a Valladolid, y una vez allí, por salvarle la vida. “Cuando estaba sedado y ya recién trasplantado, no se podía entrara a la UCI. Los médicos veían que Nelly sufría tanto que la dejaron pasar”, explica Francisco. “Yo le use la mano encima de la suya, y él no se enteraba”, añade Nelly. "Le decía que estaba ahí, a su lado y que siempre lo iba a estar. Porque cuando te casas lo haces para lo bueno y para lo malo, no sabes lo que te va a deparar la vida y cada persona o cada quien viven las cosas que le pasan y nosotros la verdad que ahora estamos muy felices. Ha sido un camino duro y triste, pero lo podemos contar y, tristemente, no todo el mundo puede”.

“No tenemos que tener miedo de donar, podemos salvar vidas”

Francisco y Nelly llevan 21 años casados y esto les ha unido más si cabe. “Con lo que nos ha pasado nosotros hemos vuelto a nacer. Con sus heridas, sus cicatrices, él puede hacer una vida prácticamente normal”, añade Nelly. Ahora, meses después, Nelly piensa que está viviendo un sueño. “A veces le miro y le toco, después de todo lo que ha pasado me parece mentira”.

Muchas personas han estado a su lado durante todo el proceso y no se cansan de agradecerlo. A los ángeles, que son los médicos. También a mi familia, a mis amigos y compañeros de trabajo, a Dios y a todo el mundo que en aquel momento me llamó, o me envió un sencillo mensaje. Con sus palabras me alegraban, me daban ánimos en aquellos momentos y me transmitían ilusión cuando me decían que todo iba a ir bien. Agradezco a la asociación de trasplante de corazón de Valladolid, a Emilio, a Raquel y a toda la gente que me dio la mano cuando la necesité”, dice Nelly con lágrimas en los ojos. “Fue muy duro”, vuelve a recordar.

Unos agradecimientos que comparte con Francisco. Quieren que su historia sirva para concienciar a la gente de la importancia de las donaciones. “Es fácil hacerse donante y muchas veces no lo pensamos hasta que no lo vivimos de cerca. Hay que donar porque, como le han dado una nueva oportunidad de vida a mi marido, podemos dársela a cualquier persona. Mucha gente, por desgracia, se queda en el camino. No tenemos que tener miedo de donar, porque podemos salvar vidas”.

Por eso, ambos tienen claro que ahora disfrutarán de la vida porque “el trasplante de corazón ha sido un antes y un después”, concluyen.

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