Hace ya bastantes años, con motivo de algún conflicto de jornaleros de la Andalucía occidental, nuestro maestro y querido poeta José Ángel Valente, uno de nuestros grandes líricos y ensayistas de la segunda mitad del siglo XX, escribía un artículo en un periódico madrileño, que titulaba: “El honrado pueblo soberano”.
Defendía, claro está, como no puede ser menos, en un creador e intelectual consciente, la perspectiva va las causas del pueblo, de nuestras gentes más humildes, tan menospreciada y olvidada casi siempre.
El honrado pueblo soberano –y esto ha de quedar patente, como bien sabemos desde la revolución francesa– es el sujeto de la soberanía de cualquier país, de cualquier nación, en los regímenes democráticos y modernos. Y tendría que serlo en todos los de la tierra.
Y, entre nosotros, ahora que estamos en tiempo de campañas electorales, no se tendría que distraer al pueblo, a la gente, nombrándoles la bicha, una bicha que está derrotada desde hace año, y tras la que se parapetan, cuando llegan estos momentos, quienes tienen poco que ofrecer, como no sea sus ansias de llegar al poder y el mantenimiento de sus privilegios, frente a la perspectiva del bien común.
Tendría que ser un tiempo en el que se debatieran y se fueran proponiendo soluciones y dando perspectivas esperanzadas y abiertas a los problemas que, de verdad, preocupan a nuestras gentes, a nuestra sociedad.
Y tales problemas los tenemos ahí, todos los días, en el tablero social: el acceso a la vivienda, uno de los problemas más graves, por los precios desorbitados y la especulación fuera de todo control y de toda decencia; el mantenimiento de la sanidad pública, para que siga siendo, como ha de ser, un bien y servicio público, frente a quienes quieren convertirla en un negocio; como también de la enseñanza pública; el acceso al trabajo, con sueldos dignos, que permitan desarrollar una vida decente, sueldos que den para poder habitar y vivir con dignidad…
De todo esto, y de otros problemas y asuntos, es de lo que se ha de hablar en una campaña electoral. Y no irse, como siempre que llegan estas situaciones, a nombrar la bicha, como cortina de humo que oculta los problemas reales que nuestra sociedad tiene y para los que hay que proponer soluciones.
Porque la dignidad reside en nuestro honrado pueblo soberano. Y no hay que irlo engañando, con ese tipo de estrategias ‘trumpistas’ de utilizar la mentira para conseguir los fines propios.
Y no hay que engañar a nuestro pueblo, porque es un pueblo europeo mediterráneo, de cultura milenaria expresada en el humanismo, como síntesis de las tradiciones del mundo clásico y del cristianismo. Un pueblo, por tanto, que ama la verdad y que tiene al de la dignidad como el valor que sintetiza y expresa todos los valores del ser humano.