México es uno de los países con las tasas de feminicidios más altas del mundo. Se estima que diariamente son asesinadas diez mujeres. Estas abultadas cifras reflejan la perpetuación de una sociedad violenta que no protege los derechos de todos sus ciudadanos, pues el actual presidente Andrés Manuel López Obrador niega los problemas de violencia de género.
Camilla Cardini
Defensora de los Derechos Humanos
El feminicidio se define como la muerte violenta de una mujer motivada por razones de género. Existen razones de género cuando el asesinato de una mujer se lleva a cabo aprovechando su situación de discriminación y desigualdad en la sociedad. Es la forma más extrema de violencia contra las mujeres.
En México, tan sólo en los primeros meses de 2023, se registraron 302 asesinatos violentos de mujeres, de los cuales alrededor de 70 fueron clasificados como feminicidios. Para México, desgraciadamente, estas cifras no son nada nuevo, sino que reflejan la perpetuación de una sociedad violenta que no protege los derechos de todos sus ciudadanos. De hecho, México es uno de los países con las tasas de feminicidios más altas del mundo.
Las violencias de género y los feminicidios en México alcanzaron su punto culminante en la década de 1990, cuando más de 370 mujeres fueron asesinadas de forma violenta en Ciudad Juárez, cerca de la frontera con Estados Unidos. A partir de entonces, el gobierno mexicano, impulsado por las protestas cada vez más enérgicas de una población que exigía justicia para las víctimas y mayor seguridad para todas las mujeres mexicanas, empezó a tomar medidas y se introdujo el delito de feminicidio en el Código Penal Federal. México identifica los distintos casos en los que puede haber razones de género en un asesinato. Por ejemplo, existen razones de género si la muerte de la mujer no es comunicada, si su cuerpo es expuesto o arrojado en un lugar público, si presenta algún signo de violencia sexual, si se le infligieron lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, o si existía algún tipo de relación sentimental, laboral, de amistad o cualquier otro tipo de confianza entre la víctima y el homicida. La presencia de cualquiera de estas situaciones implica una situación de desigualdad.
Desde la década del 2000, se han promulgado diversas leyes y han surgido numerosas asociaciones para denunciar esta situación y mejorarla, buscando garantizar los derechos humanos de las mujeres en México. Lamentablemente, estas disposiciones no han tenido el efecto deseado. De acuerdo con diversos institutos que recopilan datos, la violencia contra las mujeres y los feminicidios en México han aumentado desde 2015, y continúan incrementándose cada año. Más problemas y hostilidad han surgido desde 2018, año en que llegó al gobierno el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no sólo niega los problemas de violencia de género, sino que ataca a los movimientos feministas y su trabajo. En 2018 se registraron 898 feminicidios, en 2021 aumentaron a 1004, registrando un incremento de 135%. En 2022 aumentaron aún más. Se estima que alrededor de diez mujeres son asesinadas cada día en México. Las violencias no se distribuyen de manera uniforme en todo el país: los estados con las tasas más altas son el Estado de México, Nuevo León y Veracruz.
Un caso de feminicidio que conmocionó especialmente la atención mediática mundial fue la desaparición y muerte de Debanhi Escobar, una joven mexicana de 18 años que desapareció el 8 de abril de 2022. Su cadáver fue hallado el 22 de abril en una cisterna de agua de un motel del estado de Nuevo León. En principio, las autoridades declararon como causa de la muerte un golpe en la cabeza, y posteriormente dijeron que había muerto ahogada. Finalmente, tras la tercera autopsia, se determinó que la causa de la muerte había sido una obstrucción de las vías respiratorias, pero no se encontraron pruebas ni lesiones debidas a agresión sexual. Según los padres de Debanhi, la joven había sido violada por un taxista que debía llevarla a casa, pero que afirmó haberla dejado en medio de la calle por voluntad de la propia chica. El caso de Debanhi conmovió de manera especial a la población mexicana e internacional, tanto por la corta edad de la joven y las misteriosas circunstancias de su muerte, como por ser la vigésima mujer dada por desaparecida en el plazo de un mes en el estado de Nuevo León.
Uno de los principales problemas de la violencia de género en México es que está enraizada en la sociedad. Se ha convertido en un comportamiento normal, por lo que se considera esperada y casi nunca se denuncia y castiga. Además, los altos niveles de corrupción de las autoridades e instituciones latinoamericanas hacen que, aunque se denuncie, no se tenga en cuenta o incluso se hacen pasar como invenciones de las mismas mujeres. A menudo sucede que se intentan hacer pasar los asesinados de las mujeres como suicidios, o se intenta culpar a las víctimas, diciendo, por ejemplo, que estaban borrachas o bajo el efecto de drogas. Es una práctica común que utiliza quien debería encargarse de solucionar los casos pero no quiere asumir su responsabilidad. Han sido culpabilizadas muchísimas víctimas: algunas fueron culpadas de suicidarse bebiendo veneno, otras de prenderse fuego solas, otras de ahorcarse con sus ropas.
Aunque en México existe un protocolo para que toda muerte violenta de una mujer sea investigada como feminicidio, sólo el 30-35% se clasifica como tal: hay una clara subestimación de los datos y las pruebas no se investigan y analizan de las formas adecuadas para poder clasificar los casos como feminicidios.
El gobierno mexicano sigue incumpliendo su deber de investigar estas muertes, omitiendo así su deber de garantizar los derechos de toda la población. Según Amnistía Internacional, sigue habiendo graves deficiencias en las investigaciones. Es frecuente que se pierdan datos en una investigación y que las autoridades no investiguen lo suficiente, lo que muy a menudo lleva a las familias de las víctimas a actuar por su cuenta, intentando llevar a cabo la investigación por sus propios medios. Esto, sin embargo, es una práctica costosa tanto en dinero como en tiempo, pero también en términos emocionales. A las deficiencias en las investigaciones se suma el alto índice de impunidad de los delitos, que en México alcanza alrededor del 90%. Las víctimas suelen tener miedo a denunciar, y la sociedad fuertemente machista hace que las autoridades rara vez crean sus historias, desestimando los casos por supuestas faltas de pruebas.
Es difícil luchar contra algo que no se ve, algo que se intenta sumergir. Las cifras de feminicidios y desapariciones de mujeres en México son altas, pero las que se registran son sólo una parte de todas las que ocurren todos los días y pasan desapercibidas ante el silencio total de las autoridades y los asesinos. Por eso es importante denunciar y ayudar a quienes están en peligro. Sólo hablando de lo que ocurre será posible conocer esta situación y comprenderla, para luego combatirla. Sólo así las miles de víctimas de feminicidio podrán por fin tener justicia.