OPINIóN
Actualizado 12/05/2023 13:13:10
Toño Blázquez

Como escritor y diablillo del mundo periodístico, mi masa madre (palabrita de moda) está en la Tauromaquia. Ya sí que lo siento, pero las cosas son como son. Yo vi desde niño en el arte del toreo y en el toro bravo circunstancias tan emocionalmente envolventes que me quedé ahí para los restos. Mi padre fue un tipo inteligente, sabía que aquel mundo era un campo preñado de virtudes, de esfuerzo personal por conseguir metas, de ilusiones, de fracasos, de caerse y levantarse…mi padre debía intuir que aquel mundo llevaba en sí mismo lo hermoso del campo, el noble y duro sudor del ganadero en el empeño de hacer nacer casi de la nada quizá el animal más bello: el toro bravo. Que aquel mundo tenía el condimento adecuado para que sus hijos fueran entendiendo la vida y la condición humana.

Ahora atisbo estas cosas cuando ya peino canas, cuando reflexiono que me he pasado casi treinta años escribiendo y hablando públicamente de la magnitud emocional y artística que provoca un toro bravo.

Jugué al toro en la calle y en entre unos, otros y la tele en blanco y negro, fui enterándome de cuales eran las teclas adecuadas para que la canción más clásica y pura del toreo sonara afinada, sin conservantes ni colorantes (aunque hay que entender que en la diversidad de estilos y formulas está el asombro de esta profesión).

Toda esta homilía viene a cuento de reflexionar sobre una de las claves del llamado “toreo bueno”: la hondura. El toreo nos puede emocionar, nos debe emocionar, por distintos caminos, pero el más hermoso es el de la hondura. El serial isidril lo veo por recortes en los vídeos de los periódicos digitales, no me queda otra. El jueves, salió a hombros Emilio de Justo, bien. Pero Rufo dio un natural ligado con el de pecho que fue para mí el “imperio de la hondura”. Creo que si hubiera estado en la plaza me levanto y me voy: nada puede superar eso. Bueno sí: Morante.

Apenas veo toros porque ¡he visto tantos…! pero cuando surgen estos inusuales destellos me rinde de nuevo la emoción y me acuerdo de mi padre cuando me explicaba por donde tenía que cogerse el estaquillador para que no hubiera trampa y la música del toreo sonará “afiná”.

tonoblazquez@hotmail.com

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