OPINIóN
Actualizado 11/05/2023 07:56:27
José Luis Puerto

No cesa. Hay una extraña querencia en nuestro país por el ruido y la furia, ese enunciado faulkneriano que tan bien nos define, que no hay modo de que se imponga entre nosotros el silencio y la reflexión, el diálogo y la cordura, esa capacidad de disentir civilizadamente, utilizando la razón como herramienta para llegar a ese inalcanzable territorio entre nosotros que es el entendimiento.

A todo ello se suma esa deriva hacia el primitivismo (con perdón de los primitivos) y la barbarie, que se están haciendo un hueco en el mundo, debido a esas querencias por un mundo simple en blanco y negro, que nunca va a volver, pese a ciertas nostalgias, y que pregonan todos esos “neos” a los que les molesta ya hasta el ser humano, dotado de razón y de sensibilidad.

Podríamos enunciar toda esa retahíla de irracionalidades que desde hace tiempo nos acompaña: que si la tierra no es redonda, sino cuadrada y plana; que si las vacunas son perjudiciales; que si la doble y paralela cola de humo que desprenden los aviones son, en realidad, pesticidas para envenenarnos; que si el calentamiento global es un cuento…

Y muchas más monsergas con las que se nos aturde y que se propalan con tanta impunidad como mentira por las redes sociales y otros medios por el estilo. A ello, se suma ahora, estos días, el enunciado de que la justicia social es un invento y una patraña de la izquierda.

Como si no fuera una de las bases, uno de los ideales de Europa como proyecto civilizador a lo largo de la historia, que está en Aristóteles, como también está en el cristianismo y en la doctrina social de la propia iglesia, presente en las encíclicas y en otros documentos.

Cuanta mayor barbarie, menos regulación de todo, menos servicios públicos, más libre mercado, más paraísos fiscales encubiertos, menos protección de los sectores más débiles y frágiles de la población…, mejor para quienes ven en todo negocio, dándoles igual quienes sufren el daño, los daños de tanta manga ancha para unos pocos y tanta imposibilidad de llevar una vida digna la mayoría de la población.

Más sentido común, más dignidad, más salarios dignos, más acceso universal a la educación y a la sanidad públicas, más justicia social, claro. Por ahí, y por otras cosas por el estilo, va el itinerario civilizador, el itinerario del bien común.

Más ilustración, más luces. Menos ruido y menos furia. Nos harían falta unos nuevos ilustrados que, con sus escritos, sus intervenciones públicas, sus actitudes civilizadoras, nos fueran llevando por esa vía ilustrada y universal y pública de buscar un mundo de dignidad para todos.

Menos barbarie. Más luces. Más ilustración.

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